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Floras

Después de siglos dedicados a admirarla, describirla, analizarla y sobre todo a...

4 de julio de 2014 Por: Carlos Jiménez

Después de siglos dedicados a admirarla, describirla, analizarla y sobre todo a explotarla, la naturaleza está al borde del colapso que anuncia con todos sus grados centígrados el calentamiento global que nos está achicharrando. Y sin embargo todavía nos negamos aceptar la gravedad de esta amenaza debido, entre otras razones, a la calidad, el refinamiento y el poderío visual de los documentales producidos por la BBC y National Geographic y difundidos por las televisiones de medio mundo, que nos acercan hasta extremos inverosímiles las faunas más variadas y los ecosistemas más fuera de nuestro alcance. Viendo la extraordinaria vitalidad natural que transmiten llega uno a la conclusión de que las noticias sobre la inminencia de un colapso medioambiental no son más que exageraciones de unos científicos que en vez de cumplir discretamente su papel han decidido convertirse en las estridentes Casandras de nuestra época.Pero no son estos espléndidos documentales la única copia artificial de la naturaleza con la que evitamos darnos cuenta de cuán amenazada está su existencia. También cuenta otro recurso muchísimo más modesto pero igualmente omnipresente: las flores artificiales que convierten la fugacidad de los pétalos en la eternidad del plástico. El artista bogotano Alberto Baraya las ha adoptado como el leitmotiv más constante de su arte. Y el objeto de una estrategia que consiste en aplicarles a las flores artificiales, que él y sus amigos han recolectado por todo el mundo, las mismas técnicas de descripción, análisis y clasificación que botánicos del siglo XVIII como José Celestino Mutis, aplicaron al conocimiento de nuestra portentosa flora. Y de las floras del resto de la América Equinoccial. Al hacerlo suscita preguntas inquietantes sobre la relación entre esas taxonomías racionalistas y la destrucción de la naturaleza que está en la base de nuestra actual preferencia por los simulacros que tienden a ocupar su lugar. Así por lo menos parece haberlo entendido otro bogotano, Juan A. Gaitán, el curador de la actual edición de la Bienal de arte de Berlín, quien ha incluido unos buenos ejemplos del trabajo de Baraya entre las obras de la media docena de artistas contemporáneos expuestas en las salas de los Museos Dahlem, donde coexisten con sus colecciones de arte precolombino. Coexistencia que induce nuevas preguntas sobre el sentido de la irónica taxonomía de Baraya.

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