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Elogio de África

Le debemos a África mucho más de lo que todavía estamos dispuestos a reconocer y sin embargo qué poco sabemos de ella.

15 de octubre de 2020 Por: Carlos Jiménez

Le debemos a África mucho más de lo que todavía estamos dispuestos a reconocer y sin embargo qué poco sabemos de ella. Aunque creamos saber mucho, atiborrados como estamos de clichés y estereotipos impuestos por quienes tantas cosas nos imponen.

Entre el África escenario deprimente de hambrunas, pestes y guerras fratricidas tan interminables como incompresibles y el África último refugio de la naturaleza salvaje, con sus antílopes, cebras, elefantes, leones y rinocerontes, se nos escapa la realidad de un continente cuya historia se confunde con la historia de la humanidad. 

Porque fue allí donde se descubrió el esqueleto de Lucy de 3,5 millones de años de antigüedad y fue desde allí donde hace 700.000 años el Homo Erectus inició las migraciones que le llevarían a poblar Europa, Medio Oriente, India, China e Indonesia y mas allá. Es allí donde se asienta el Egipto de los faraones al que no solo debemos esfinges y pirámides sino también logros tanto o más perdurables: el monoteísmo, el culto a los muertos y la creencia en la vida después de la muerte. Al igual que Cartago, el país donde Apuleyo escribió El asno de oro, la más antigua novela latina, y donde nació y creció San Agustín, a quién el cristianismo debe el fecundo cultivo de la introspección y la distinción entre la ciudad de Dios y la ciudad pagana que todavía articula la relación de la Iglesia con el mundo.

Pero África no es solo la mediterránea. También es la subsahariana que de creer el tópico colonialista habría permanecido salvaje hasta su invasión por las potencias europeas. Al contrario, cuando estas se iniciaron en el Siglo XVI se enfrentaron tanto a sociedades tribales como a reinos e imperios como los que erigieron en las cuencas de los ríos Níger, Congo, Zimbabue o Limpopo y desde luego del Nilo. Que es el de Egipto y también el de Nubia, Aksum o Etiopía, cuyo imperio mantuvo su independencia hasta la invasión italiana de 1935.

En todos ellos el florecimiento de la arquitectura, el arte, la música y la religión produjo resultados que hoy son patrimonio de la humanidad. Y el punto de partida de los artistas afro que en toda América se han esforzado por actualizar y enriquecer esta herencia con sus propias creaciones. A ellos dedico el ciclo de conferencias que con el título de Afro Arte inicio el próximo martes en la Universidad del Valle. Mi personal contribución al Año Manuel Zapata Olivella.

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