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Dilapidando la herencia

El gobierno de Santos está promoviendo dos medidas que, aparte de vaciar...

4 de febrero de 2011 Por: Carlos Jiménez

El gobierno de Santos está promoviendo dos medidas que, aparte de vaciar de contenido la descentralización política reconocida por la actual Constitución, harán todavía más difícil que los vallecaucanos diseñemos y pongamos en marcha proyectos estratégicos que sean capaces de garantizarnos un futuro que sea nuestro y no de otros. Me refiero al drástico recorte del derecho de los departamentos a recibir directamente las regalías que pagan las multinacionales por explotar los recursos minerales que guarda el subsuelo, y a la práctica liquidación de la autonomía que hasta hoy ostentaban por definición las corporaciones autónomas regionales. Ambas medidas permitirán que el manejo de los recursos y los beneficios obtenidos por dicho manejo vuelvan a estar en manos de la burocracia, ahora tecnocrática, apoltronada desde siempre en Bogotá. Pero si estas medidas son irritantes, lo son mucho más la escandalosa desidia y el sedicente aplatanamiento con los que los vallecaucanos hemos dejado pasar la oportunidad histórica que nos ofreció la Constitución del 91 de poner en marcha proyectos estratégicos como los que mencioné arriba y, entre ellos, la Iniciativa ASA que tanto he defendido en esta columna. Han pasado ya casi 20 años desde la promulgación de dicha carta magna y me resulta bien difícil descubrir qué es lo que han hecho de renovador, de benéfico y duradero nuestros alcaldes y gobernadores desde entonces. A riesgo de ser injusto, me parece que han hecho incluso menos de lo que hicieron los alcaldes y gobernadores en las épocas del abusivo y paralizante centralismo político impuesto por Rafael Núñez con la Constitución de 1881. Porque creo que eso de privatizar el puerto de Buenaventura es poca cosa si se lo compara con la audacia de construirlo y de construir el Ferrocarril del Pacífico y la carretera al mar, empresas verdaderamente épicas. O ¿acaso es comparable, en términos de ejercicio de nuestro talento y nuestras capacidades, la municipalización y decisiva extensión de nuestro acueducto con la privatización del mismo? En todos esos casos nuestros antepasados actuaron como verdaderos empresarios, mientras que nosotros lo hacemos como esos herederos inútiles que malbaratan su herencia sin apenas pensar en el futuro. Y en todos estos años parece que nuestros líderes no han pensado en otra cosa que en el lustre mediático de su carrera política. O en descubrir la mejor forma de lucrarse con ella.

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