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Curtiz

Hollywood que nos ha contado todas las historias, ahora se dedica a cambiar la suya.

11 de junio de 2020 Por: Carlos Jiménez

Hollywood que nos ha contado todas las historias, ahora se dedica a cambiar la suya. El caso más reciente y celebrado es el de Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino, que el año pasado dedicó no sé cuántas horas de metraje a negar que la banda de Charles Manson hubiera asesinado brutalmente a Sharon Tate y sus amigos. La banda era terrorífica y desde luego querían destripar sin piedad a la esposa de Roman Polanski que, encima, estaba embarazada -concede Tarantino-. Pero gracias a mí, Brad Pitt llega a tiempo y liquida sin que le tiemble el pulso a esos fanáticos. Una reescritura de la historia modesta si se la compara con Malditos bastardos, de 2009, en el que Tarantino se permitió la licencia de matar a Hitler y a toda cúpula nazi en una sala de cine de París. ¿Y los libros de historia? No importan mucho, porque al fin y al cabo para las innumerables fans del Imperio Americano la historia es como la cuenta Hollywood. Y no los libros, que nadie lee.

Los hermanos Joel y Ethan Coen han sido más discretos. En Ave César, de 2016, se dedican a darle la razón al Comité de Actividades Antiamericanas, encabezado por el senador Joseph McCarthy, que acusaba al Hollywood de los años 50 del siglo pasado de ser un nido de comunistas y agentes rusos. Lo hacen caricaturizando a Kirk Douglas, el productor y protagonista de la oscarizada Espartaco, que en sus créditos incluyó el nombre de Dalton Trumbo, el extraordinario guionista vetado hasta ese momento por los macartistas. En su lugar los Coen ponen a George Clooney a protagonizar una película de romanos y a demostrar con cada palabra y cada gesto que es un tonto de baba, víctima de una célula comunista que le lava el cerebro y le convierte en instrumento de sus torvos planes.

A esta corriente se ha unido Tamás Yvan Topolánsky, el director de la película húngara Curtiz, dedicada a Michael Curtiz, el director de Casablanca. La fotografía en blanco y negro es excepcional. Pero la historia, centrada en el rodaje de este film legendario, es deplorable. Es cierto que muestra las miserias de un Curtiz mujeriego compulsivo e incapaz de reconciliarse con su propia hija, pero su tergiversación de la historia se queda en mostrar su hipotética resistencia a hacer de Casablanca una película política ¡cuando lo es hasta la médula! Está cortada a la medida del deseo de Washington de legitimar el asalto a una colonia francesa sin previa declaración de guerra.

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