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Colombia verde

Colombia será realmente verde si se pone desde ya manos a la obra para salvar las selvas del Andén Pacífico y de la Amazonía de la destrucción a la que están irremediablemente abocadas sino se pone fin de inmediato al despiadado expolio del que actualmente están siendo víctimas.

29 de diciembre de 2017 Por: Carlos Jiménez

Mi mejor deseo de año nuevo es que Colombia se convierta en verde. Pero de verdad. No como etiqueta de un partido político ni como slogan publicitario de algunas de las multinacionales que usan y abusan del color verde solo para confundir y enmascarar su mala conciencia. No, yo lo quiero es que el próximo año Colombia verde se convierta en la consigna compartida por el gobierno, los partidos políticos, los medios de comunicación social, las iglesias, la sociedad civil, los sindicatos y las organizaciones populares, todos conscientes por fin de que no habrá paz realmente en el país si no se firma un acuerdo de paz duradero con la naturaleza. Y todos poniendo en el logro de este objetivo el mismo entusiasmo, la misma perseverancia y desde luego los mismos recursos con los largo de medio siglo se adelantó la lucha contra las guerrillas.

Colombia será realmente verde si se pone desde ya manos a la obra para salvar las selvas del Andén Pacífico y de la Amazonía de la destrucción a la que están irremediablemente abocadas sino se pone fin de inmediato al despiadado expolio del que actualmente están siendo víctimas. Tenemos que entender que es más valioso desde todo punto de vista, incluido el económico, mantener la selva que convertirla en madera. Sus inigualables ecosistemas son fuente de oxígeno y de agua en un mundo cada vez más necesitado de ambos, fértil laboratorio viviente, generadores de invaluables conocimientos biológicos y de medicinas naturales, territorio apto para el turismo ecológico. Y medio de vida de tribus y de pueblos de indios y afrodescendientes que tienen todo el derecho del mundo a conservarlo.

Algo semejante puede decirse de los páramos, verdaderas fábricas de agua, cuyos constantes vientos deben ser aprovechados en la generación de energía eólica y solar. Es indispensable regenerar las cuencas de los ríos, los humedales y las marismas. Y nuestros valles y sabanas, en los que la ganadería extensiva y los monocultivos agroindustriales deben compensarse con un formidable impulso a la diversificación de cultivos, en especial de las muchas variedades de frutas que son propias de nuestras tierras. En las ciudades se impone la restricción del uso del automóvil, la construcción de metro en Bogotá, Cali y en Barranquilla y de trenes de cercanías en sus áreas metropolitanas.

Sé que todo esto es un sueño, pero estoy seguro que podemos hacerlo realidad.

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