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¡Caña al Valle!

Juan Manuel Garcés ha escrito un artículo sobre el impacto medioambiental negativo...

27 de marzo de 2015 Por: Carlos Jiménez

Juan Manuel Garcés ha escrito un artículo sobre el impacto medioambiental negativo de la industria de la caña de azúcar que descubre el cariz profético de datos aportados en el pasado por la arqueología, la imaginación o la intuición. Me refiero, en primer lugar, al descubrimiento por nuestros arqueólogos de pruebas contundentes de que nuestros antepasados construyeron pirámides. En segundo lugar, al calificativo de Cali como “sultana del Valle” y por último, a las investigaciones que ese biólogo excepcional llamado Víctor Manuel Patiño, dedicó a los cactus que mejor se podrían adaptar al valle geográfico en el caso de su desertización. Las tres componen una imagen clásica del desierto en la que no faltan pirámides, sultanas ni cactus que desgraciadamente será el rostro de nuestro futuro si seguimos tolerando que la industria de la caña destruya, como lo está haciendo, el ecosistema del Valle. No descartó que tan apabullante pronóstico sea recibido con incredulidad por los más jóvenes, a quienes nuestra incuria les impidió conocer un valle como el de antes, con sus humedales, arroyos, sus garzas y guaduales y esa diversidad de cultivos que aún no habían anulado o minimizado los omnipresentes cultivos de la caña de azúcar. No conocieron tampoco la transparencia del aire que permitía ver en los días despejados los nevados del Tolima y del Huila.Entre los daños causados al medio ambiente por los azucareros, Garcés destaca el hecho de que el cultivo de la caña es el que más consume agua por hectárea sembrada y que debido a este consumo excesivo el nivel del acuífero principal del valle geográfico desciende en un promedio mínimo de un metro anual, según el informe rendido en 1999 por una misión inglesa y de Ingeominas. Descenso que hoy puede estar subestimado -aventura Garcés- por las mediciones realizadas por funcionarios de la CAR que podrían sesgarlas debido a los halagos o las presiones de los todopoderosos dueños de los ingenios. A este daño medioambiental habría que sumar el causado por la  excesiva producción de vinazas que como todavía no se reciclan productivamente autorizan preguntas sobre ¿cuántas toneladas/año se están acumulando? ¿dónde? ¿y con qué impacto ambiental? Y para rematar: la quema anual de 260 mil hectáreas de sembrados y la utilización de insecticidas y fungicidas  como el Round up-Glifosato que son mortales para la flora y la fauna del Valle.

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