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Benjamín y Sylvia

Son una pareja admirable. Y no lo digo porque sean bellos o se lleven muy bien, que también, sino porque el amor entre ellos actúa a favor de la unidad del admirable equipo creativo que han formado.

7 de febrero de 2020 Por: Carlos Jiménez

Son una pareja admirable. Y no lo digo porque sean bellos o se lleven muy bien, que también, sino porque el amor entre ellos actúa a favor de la unidad del admirable equipo creativo que han formado. Lo han demostrado con anterioridad muchas veces y ahora lo vuelven a demostrar con el espléndido libro que han tenido la amabilidad de enviarme a casa. Se titula escuetamente 'Introducción a la arquitectura' y sin embargo es mucho más que eso.

Es una enciclopedia en miniatura, una historia de la arquitectura, una estimulante reflexión sobre la misma, un auxiliar pedagógico, un manual de instrucciones, una guía de lecturas. Y, last but not least, una obra de arte. El arte de Sylvia Patiño que, como fotógrafa, ha sabido ver en la arquitectura que tanto ella, como el propio Benjamín, han visitado en los cinco continentes, en viajes guiados por el mismo espíritu de los viajeros ilustrados de los Siglos XVIII y XIX. Que mezclaban, como lo hacen ellos, el deseo de conocer mundo y dejarse impresionar por él, con el de estudiarlo y conocerlo.

Porque si Benjamín Barney sobresale entre todos los arquitectos de su generación no es solo por las casas extraordinarias que ha hecho, sino porque desde siempre se ha esforzado por conocer las arquitecturas del mundo, sus historias, sus teorías, sus lógicas compositivas y sus materiales y métodos constructivos. Y por resaltar la estética de las mismas. Que él cifra en las emociones, como ya lo hiciera en su día Edmund Burke, el fundador de la disciplina. En la capacidad que tiene la arquitectura tanto de satisfacer necesidades materiales y de servir a múltiples usos como de desencadenar emociones. La gran arquitectura, viene a decirnos Barney, es la que consigue emocionarnos. Y yo estoy de acuerdo con él y por eso considero que este libro es también, y de qué manera, de Sylvia Patiño. Sus magníficas fotografías nos transmiten con una eficacia sobrenatural las emociones que produjeron en ella las arquitecturas que visitó en compañía de Benjamín.

Podría suceder que las emociones transmitidas por sus fotos no fueran tales para quienes comparten el sombrío escepticismo expresado por Antonio Caballero, cuando escribió que el ojo “todo lo ignora”, “tiempos, vientos, olores, voces, fugas, silencios”. Pero no es mi caso. Las fotografías de Sylvia Patiño obran el milagro de devolver intactas las emociones que ha despertado en mí la gran arquitectura.

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