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PANDEMIA

Nietos y abuelos en pandemia

Una invitación para actuar cuidadosamente antes de que sea demasiado tarde.

15 de octubre de 2020 Por: Carlos E. Climent

Agradezco a los lectores que se tomaron el trabajo de comentar mi columna pasada ‘Socialización y normas sanitarias’. Sus observaciones me han recordado entre otras cosas, que modificar el pensamiento y lograr cambios en las conductas de las personas no ocurren de manera rápida y que la única manera de informar efectivamente es a través de la repetición.

Las personas que tienden a restarle importancia a la gravedad del riesgo de transmisión del virus, que por lo tanto transgreden las normas sanitarias, o se hacen a sí mismas “trampitas”, que terminan en la no aplicación de principios fundamentales en salud, lo hacen por una o varias de una multitud de razones entre las cuales cabe destacar:

La incredulidad: “Esto no es tan grave”.

La invulnerabilidad irresponsable.

La irracionalidad, muy asociada a la comodidad, ambas ligadas a la incapacidad de renunciar al principio del placer: “Uno tiene que gozarse la vida y no ser tan negativo”.

Las creencias: Cuando prima lo emocional sobre lo objetivo, el argumento, así esté respaldado por toda la lógica científica, no permite una discusión razonable. La gente por regla general acepta conceptos que se acomodan a lo que quiere oír, y rechaza sin mayor análisis todo lo que se opone a sus creencias. No se puede desconocer el enorme beneficio de que los niños socialicen con otros niños y vayan al colegio, siempre y cuando los alumnos y los profesores sigan las reglas de sanidad al pie de la letra. Esa es una prioridad que ha quedado demostrada después de seis meses de aislamiento cuando muchos niños empezaron a verse afectados seriamente por el aislamiento.

Pero no se puede ignorar que esto plantea un problema adicional para los adultos mayores que periódicamente entran en contacto con ellos. No es recomendable que los niños, que ahora están en contacto con muchos más niños, participen en reuniones familiares en espacios cerrados con adultos mayores o personas con condiciones pre-existentes. Los hechos no admiten discusión:

*La mayoría de los niños tienen muchos contactos con otros niños, especialmente ahora que se inicia la educación presencial. Muchos niños no usan la mascarilla todo el tiempo, no guardan la distancia de los adultos mayores y no le obedecen a sus papás. *Si los niños adquieren la enfermedad, pueden enfermarse, incluso gravemente, pero la presencia de dos moléculas específicas del sistema inmunitario (interleucina 17 A e interferón gamma) les permitirá una efectiva recuperación. Y la mayoría presentará un curso clínico leve.

*En esas circunstancias ellos estarán, involuntariamente repartiendo el virus a todos sus contactos sin que ni padres, ni abuelos se den cuenta. *Que lo repartan a sus padres, que son personas jóvenes, y no tienen alternativa, no es tan grave porque estos, probablemente, se recuperarán con facilidad.

Pero la realidad para los adultos mayores es muy distinta y se debe actuar responsablemente antes de que sea demasiado tarde, evitando en lo posible, el contacto de abuelos y nietos; y cuando ocurra, realizarlo en espacios abiertos, con el uso estricto de la mascarilla (para ambos) y la distancia física de 2 metros en TODO momento.

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