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Las relaciones conflictivas

¿Convive usted con alguien con quien siempre tiene algún problema. O un...

23 de marzo de 2014 Por: Carlos E. Climent

¿Convive usted con alguien con quien siempre tiene algún problema. O un egoísta, controlador, indiferente o insidioso. O un ser perverso pero cuidadosamente maquillado. O un parásito, vividor, alcohólico, drogadicto o ventajista que vive del cuento. O alguien que no ha logrado evolucionar positivamente porque no quiere cambiar o porque niega tener problema alguno? ¿Vive presa de un temor permanente y de una rabia reprimida porque le ha tocado compartir su vida con un ser intolerante y resentido que en la casa no admite contradicción alguna porque se indispone, y la/o agrede ya sea abiertamente o a través de la indiferencia. Mientras por fuera, y gracias a su fachada, es considerado/a como un ser impecable o incluso hasta una víctima suya? ¿Es usted parte de una familia (conformada por al menos uno de los padres consentidores) con una “oveja negra” que arrasa con los recursos de toda la familia, a expensas de los hijos con méritos que, en comparación, no reciben nada? ¿En ese núcleo familiar le toca aguantarse hijos malcriados, egocéntricos, engreídos y altaneros que se creen con derecho a todo sin haberse ganado nada por esfuerzo propio? Verdaderos inútiles que siempre consiguen el apoyo de “ingenuos” a quienes les resultan divertidas tales conductas.¿Se siente asfixiado/a al no poder cambiar una situación tan destructiva? Si usted contestó afirmativamente al menos a una de las preguntas anteriores, usted debe llevar años viviendo muy insatisfecho y probablemente molesto por dolencias físicas variadas que hasta el momento no tienen explicación. Una posible razón es la convivencia con un personaje tóxico por su irracionalidad, amargura, resentimiento, inseguridad (camuflada de prepotencia), celos absurdos, envidia y por su irrefrenable afición por el conflicto. Como consecuencia de lo anterior su vida de familia es una especie de pesadilla sin fin de la cual no se puede escapar porque cuando no es el cónyuge (generalmente el promotor principal de todas las desavenencias) son los hijos que se han criado sin límites y están confundidos por la situación disfuncional de muchos años.Lo anterior se agrava por los requerimientos de parientes que acuden en la búsqueda de soluciones para problemas frecuentemente insolubles. O por los conflictos laborales ya que la irracionalidad, la terquedad, la deslealtad y la mala intención no son exclusivos de la vida familiar. Los anteriores son unos pocos ejemplos de relaciones tóxicas que trastornan el equilibrio de quienes entran en contacto con ellas. El primer requisito para iniciar un cambio es reconocer el poder destructivo de las conductas de estas personas, ya que el haberlas aceptado pasivamente por tanto tiempo sólo ha logrado crecerlas. Acto seguido debería ocurrir una confrontación que permita hablar sobre el problema con claridad. Para ello la persona debe abandonar el miedo y comenzar a rebelarse. Si tal opción no está disponible, lo conveniente es tratar de minimizar el daño poniendo una distancia emocional con el agresor.

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