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COLUMNA DE OPINION

El “triunfo” del servilismo

El que haya tantos mediocres enquistados en posiciones de poder guarda relación con su infinita capacidad de humillarse.

14 de diciembre de 2018 Por: Carlos E. Climent

Subyacente a las características de los supuestos “servidores públicos” está el servilismo, un camino que muchos eligen para asegurarse el éxito. Consiste en humillarse para escalar social, económica, laboral, burocrática o políticamente. Logros imposibles de obtener para ellos, mediante esfuerzos dignos. La frecuencia de este patético personaje es muy grande y si cada cual revisa a su alrededor con seguridad encontrará más de uno, pues ésta condición humana es una plaga fácil de identificar. Las características que lo tipifican incluyen varios de los siguientes:

La falta de principios. La condición camaleónica: cual lagartijas de cuero duro y color cambiante se acomodan sin pudor a cualquier circunstancia que les sea propicia.

La ausencia de brillo y mérito propios. La adulación, la seducción y el buen olfato de oportunistas natos. El discurso baboso y lambón.
La capacidad de intriga y su presteza para llevar recados y difundir chismes. La sempiterna habilidad para justificar sus actos. La facilidad con la que cambian sus decisiones. De esa forma, sus frecuentes giros de 180 grados les permite minimizar las dificultades reales y los lleva a conciliar y a negociar todo. Su principio fundamental de supervivencia: “Pollo que no se voltea no se asa”, es su guía en la incesante búsqueda de un nuevo amo a quién sacudirle la caspa de las hombreras.

Los observadores desprevenidos se preguntan: “¿Cómo así....y.....éste(a) no había desaparecido ya?”. La respuesta es: “No. Esta especie es prácticamente inmortal”. Y para sorpresa de muchos, sobrevive el paso de los años en buena salud.

La gente bien intencionada es capaz de hablar con claridad meridiana. Los verdaderos líderes de carácter recio y definido muchas veces se inmolan en el proceso de defender sus ideales. En cambio el servil es incombustible. Y a pesar de constituir una aberración psicológica y una peste social, hasta la fecha, no aparece tipificado en ninguna clasificación de los trastornos mentales.

¿Pero cómo es posible que semejante espécimen prolifere y encuentre siempre alguien a quién servir ? Una, de entre múltiples razones, es que el mundo está lleno de seres necesitados de adulación, y el servil se acomoda de manera perfecta en ese escenario donde la degradación está al servicio de una causa. El lambón y el adulado, en silencio, acuerdan una simbiosis rastrera en la cual ambas partes creen estar ganando, cuando en realidad es un show mediocre en el que ambos pierden.

No debe por tanto sorprender el que a ciertas posiciones lleguen y se mantengan, estos personajes. Las alianzas entre mediocres son clubes muy exclusivos a los cuales no pueden entrar personas que desentonen, pues ello amenazaría la supervivencia de sus miembros. Es en resumen el sombrío y pírrico “triunfo” del servilismo.

Pero su despreciable conducta no puede esconderse para siempre. Porque lo que ellos creían que nadie veía-pues el silencio de la audiencia es cruel-lo había identificado todo el mundo desde el comienzo.

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