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El milagro de la ternura

Los estudios de Harlow* con micos recién nacidos han confirmado la necesidad...

20 de noviembre de 2016 Por: Carlos E. Climent

Los estudios de Harlow* con micos recién nacidos han confirmado la necesidad universal de contacto afectivo entre el infante y la madre, que se convierte en un vínculo mayor que la misma necesidad del alimento. Así mismo demuestran las consecuencias psicológicas negativas, a largo plazo, de una pobre relación con la madre.En uno de sus experimentos un grupo de micos fue puesto en contacto con una “madre” hecha de alambre pelado que portaba un biberón. Otro grupo fue puesto con una ´madre, confeccionada en madera recubierta de felpa acolchada que hacía más amable el contacto, pero no portaba un biberón. Los micos de éste último grupo se apegaron más a la madre sustituta, así no estuvieran recibiendo alimento.El trabajo clínico demuestra que los niños pequeños son muy vulnerables a la frialdad afectiva y a la rigidez de parte de sus cuidadores. En contraste, la ternura expresada en variadísimas formas es trascendental para el establecimiento de la confianza básica.La ternura se puede expresar a través de:*La capacidad de sacrificio y la entrega incondicional de una figura materna confiable.*La delicadeza y generosidad de los cuidados provenientes de alguien capaz de anticipar todas las necesidades del niño. Merced al oportuno cumplimiento de las más obvias como el contacto físico, la alimentación y el alivio de incomodidades.*La satisfacción de las necesidades afectivas menos obvias pero no menos importantes y que tanto alivian y tranquilizan. Representadas en el trato amable, las palabras cariñosas, las caricias y la sonrisa.*Todas las anteriores resultan esenciales para el establecimiento de una relación de confianza con los demás.Para los niños pequeños, totalmente dependientes de sus proveedores, la calidad o la pobreza de su relación con ellos, representa la diferencia entre una vida plena y una de privaciones y sufrimiento. Por lo expuesto, no hay duda al respecto de la conveniencia de proteger al niño pequeño en las etapas tempranas con actitudes positivas y flexibles. Evitando las normas disciplinarias estrictas y rígidas que no son formativas y pueden ser interpretadas por el niño como manifestaciones de rechazo o desamor, incrementando la distancia emocional con el cuidador.La disciplina, siempre de la mano de la ternura, se irá ajustando en la medida que el niño crece y se va estableciendo la relación de afecto, ya que un buen cuidador tiene la actitud protectora natural que se constituye en el componente afectivo por excelencia.En conclusión, la ternura, especialmente en las primeras etapas de la vida cuando no cabe la figura de la sobreprotección, es un factor esencial para la salud, la satisfacción y en general para lograr el nivel de confianza que se requiere para disfrutar de una vida equilibrada y plena. El milagro de la ternura nace del instinto de protección del cuidador que da tranquilidad al niño, para quien lo que cuenta es que lo traten con cariño.*Harlow, H.F. et al, Affectional responses in the infant monkey, F. A. Beh. 1996, XVI. 843, 376-378

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