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COLUMNA DE OPINION

El alma generosa

Se supera el vacío existencial cuando se siente más placer en dar que en recibir.

5 de diciembre de 2018 Por: Carlos E. Climent

La entrega desprendida y silenciosa en todos los aspectos de la vida es condición natural del alma generosa. Pero es la antítesis del exitoso ser público promedio, que está obligado a nutrirse de la imagen publicitada de poder sobre la cual cabalgan las estadísticas, los resultados y los beneficios.
Bien lo resume Maquiavelo (Pensiere, I, 25.): “Entre todas las cualidades que distinguen a un ciudadano en su patria, figura el comportarse de modo más liberal y magnánimo que todos los demás, especialmente en los edificios públicos, las iglesias, monasterios y casas para los pobres, enfermos y peregrinos”.
 
Por ello, en la historia del poder, escasean los hombres generosos y abundan los narcisos que, descaradamente y a cualquier precio, buscan su lucro y lucimiento personales. Su falta de humildad no les permite ver cuánto los detestan los de abajo. A la postre, la vida termina pasándoles una elevada cuenta de cobro, pues a la gente del común la explotan, pero no la engañan.

Quien se lamenta de lo mal que anda su relación de pareja, debe recordar que la mezquindad en el amor es el peor de todos los negocios y solo lleva a empeorar los conflictos. Esa persona debe averiguar si a través de sus actitudes, su terquedad y su egoísmo, ha aplastado lo mejor de su pareja. Si la persona recapacita, identifica sus fallas y se interesa en las necesidades del otro, más que en las propias, la relación podría mejorar de manera sorprendente.

El discurrir diario brinda muchas oportunidades para tener detalles, dejar en libertad, aflojar en lo económico, estar más disponible, permitir discusiones y aceptar equivocaciones. En fin....soltar el control. En resumen, se trata de dar sin esperar recibir. Con ello el hombre público, no se hará rico, pero pasará a la historia. El cónyuge someterá a examen su egoísmo que tanto conflicto ha llevado a su vida de pareja y podrá experimentar los maravillosos efectos de la esplendidez no solicitada. Mujeres y hombres del común saldrán del vacío existencial y lograrán darle sentido a sus vidas.

El padre generoso manifiesta su amor siempre, pero en especial en los momentos difíciles y cuando sacrifica sus intereses en beneficio de sus hijos. Actúa sin importar la incomodidad o el dolor, lo cual no solo significa dar, sino negar con firmeza cuando es necesario y ejercer esa función consistentemente, sin tregua, a lo largo de toda la vida.

Al final no solo habrá contribuido a formar seres sanos que disfrutan de la vida, sino que habrá compartido con ellos una vida plena de sentido y terminará, sin proponérselo, recibiendo más de lo que entregó. Este padre contará siempre con el cariño y el respeto que seguirá creciendo perennemente en el recuerdo de los suyos, sin importar los años transcurridos desde su desaparición física.

Nota: Ni siquiera el imborrable recuerdo de su gran sensibilidad, su original sentido del humor y su tan desbordante como inteligente generosidad, sirven de consuelo para atenuar la enorme tristeza que nos ha producido, a quienes lo conocimos, la muerte de Juan Cristóbal Romero.

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