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Depresión y el sistema médico

La depresión es la enfermedad más común y más ignorada.

10 de junio de 2018 Por: Carlos E. Climent

El sistema médico no especializado recibe a la inmensa mayoría de los pacientes con depresión y por regla general los ignora olímpicamente pudiendo llegar a niveles caricaturescos, como se verá más adelante. Solo un porcentaje pequeño son referidos a los especialistas.

Fanny tiene 49 años, es abogada, está casada y tiene dos hijos. Acude a consulta porque se siente mal y porque desde un tiempo para acá todo lo ve negro.

Proveniente de una familia sin mayor sofisticación psicológica tuvo que lidiar por muchos años sin ninguna ayuda con severos síntomas depresivos, tales como desánimo, visión pesimista de la vida y falta de energía.

Sus períodos de desánimo se iniciaron desde muy pequeña. Recuerda un momento crítico cuando a los 10 años lloró “todo un año” porque sus papás decidieron meterla a un internado. Refiere haber tenido en su vida adulta muchos períodos de negativismo para los cuales nunca recibió tratamiento porque en su casa de origen estaba prohibido hablar de temas emocionales.

Estos síntomas la llenaban de miedo e inseguridad, le limitaban su vida social y hacían muy laborioso el cumplimiento de sus obligaciones, que de todas maneras seguía haciendo con gran esfuerzo.

Siempre disimuló sus síntomas para que ni sus más cercanos parientes pudieran detectarlos y en su hogar actual nunca se queja para no preocupar ni a su esposo ni a sus hijos. Lo cual la ha ido convirtiendo en una especie de “Mujer Maravilla” que está a cargo de todo, porque su cónyuge no se mete en los asuntos domésticos.

El terror a la enfermedad mental era la razón para no hablar de sus síntomas emocionales, pues a una tía materna le dieron tratamiento con drogas psiquiátricas, “se enloqueció y finalmente se murió en un hospital psiquiátrico”.

Además, un hermano mayor lleva varios años recibiendo tratamiento para un trastorno mental severo, y cada año está peor. La interpretación de toda la familia es que entre los psiquiatras y los psicofármacos habían “acabado” con estas personas. Conclusión obviamente errónea, que solo ha servido para oponerse a cualquier tratamiento médico.
Presionada por los desagradables síntomas que estaba experimentando acudió al psiquiatra de su EPS. Le relató lo preocupada que estaba con sus síntomas (insomnio, ideas negativas, falta de apetito y pérdida de 10 kilos de peso en menos de un año) y como respuesta le tocó escuchar una frase digna de inscribir en el libro sobre la estupidez humana:

“¡Qué preocupaciones va a tener usted!”. “Dígame más bien cuál es la dieta que está haciendo para perder peso tan fácil. Yo llevo años probando todas las dietas y no he podido bajar ni un kilo”. Esta respuesta es una triste caricatura de la insensibilidad del sistema médico frente al paciente deprimido, pero no dista mucho de las actitudes de muchos galenos a quienes no les interesa saber lo que es una depresión. Y en consecuencia ignoran olímpicamente lo que con tanta claridad les están contando. Negando de esa manera el derecho fundamental del paciente a recibir un tratamiento idóneo para una enfermedad tan devastadora.

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