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¿A qué horas se me pasó la vida?

Muchas personas consultan en busca de respuestas para esta pregunta.

8 de julio de 2018 Por: Carlos E. Climent

Lo usual es que lleven muchos años viviendo una situación insatisfactoria de pareja con deseos de vivir más plenamente, pero sin haber podido salir de un círculo vicioso de discusiones interminables, promesas incumplidas, breves momentos de paz y nuevos alegatos que cada vez son más insolubles. Generalmente se trata de pequeñas incompatibilidades que se van haciendo cada vez más grandes y que se agudizan con los inevitables giros que suele dar la vida. Por ejemplo, la salida de los hijos de la casa, las dificultades económicas y las expectativas frustradas.

Con seguridad los problemas estaban allí desde muy temprano en la relación pero ambas partes se hicieron las que no veían nada, en la esperanza de que las cosas mejoraran solas. Al comienzo no se presentan desavenencias, pues no hay mayores cuestionamientos al respecto de nada.

Sólo hay tiempo para aturdirse con el: “Somos el uno para el otro”. Pero esa luna de miel, como todas las demás termina cuando cae el velo de la idealización y quedan enfrentados a la realidad del uno y del otro.

Durante el período de ocultamiento, las personas esperan que la solución les caiga del cielo. Con lo cual lo único que logran es que los problemas se crezcan por una variedad de razones que tienen el común denominador de la pereza disfrazada de miedos varios. A:

*Las sanciones que anticipan van a lloverle desde distintos frentes (la sociedad, la religión y los infaltables problemas económicos).

*La incertidumbre: “¿Qué será de mi vida si me separo?”.

*El vacío: “Esto es un salto al abismo y no sé qué me voy a encontrar”.

*La soledad: “No me aguanto estar solo/a”, razón por la cual comete el error más costoso y toma la torpe decisión de estar mediocremente acompañado/a en vez de quedarse solo/a.

*Los sentimientos de culpa: Generalmente absurdos (reforzados por la contraparte) y que incluyen interrogantes tales como: “¿Qué va a hacer él/ella? ¿Y si se suicida? ¿Y si le va mal…” Como si los adultos necesitaran de alguien que se encargue de ellos. *Etcétera, etcétera

Si lo que interesa es arreglar las cosas, lo más sensato es que ambas partes evalúen la calidad y profundidad de los afectos, tratando de contestar con toda honestidad:

¿Cuáles son los deseos de cada cual?

¿Qué tan profundos son los factores de distanciamiento?

¿Qué cambios están dispuestos a realizar?

La respuesta a estas preguntas podría permitir un ajuste que haga posible la supervivencia de la relación. Ya que no pocas veces la razón de las dificultades está ligada con el hecho de no haber cumplido las tareas y las metas que cada cual debe haber realizado oportunamente en cada etapa de la vida.

Los que no vivieron sus momentos cuando les correspondía tienen que regresar a vivir lo que les quedó faltando.

Liberarse es solo cuestión de tiempo para quien ha estado estancado en su desarrollo personal por haber aceptado unas reglas inequitativas del juego. Pues tarde o temprano va a concluir que no puede seguir en las mismas y que la comodidad que tiene, equivale a más deterioro y a la perpetuación de una vida poco grata.

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