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Instantáneas

Empatía, ponerse en los zapatos del otro, no significa justificar sus errores ni compadecerse de sus desgracias; es abrir una puerta sin cerrojos que permita comunicarnos con el otro.

1 de diciembre de 2019 Por: Carlos Duque

Todos los jóvenes tienen derecho de ir a la universidad para estudiar y entender que hay que salir a protestar porque no todos los jóvenes pueden ir a la universidad.

“Para unir hay que liderar y tener legitimidad. La causa que convoca la unidad de los colombianos no es devolverle la legitimidad a un poder político, económico y gubernamental que ya no la tiene.” – Claudia López.

Empatía, ponerse en los zapatos del otro, no significa justificar sus errores ni compadecerse de sus desgracias; es abrir una puerta sin cerrojos que permita comunicarnos con el otro.

Todo esto que está sucediendo me recuerda el cuento del pasajero de primera clase que se sorprende al descubrir que en la parte trasera de la nave viaja más gente.

El germen de la propuesta no es la rabia; es la frustración, que es la más dolorosa de la emociones.

Hasta ahora en medio de marchas, cacerolas y conversaciones solo se ven eructos y emisión de gases.

Presidente, hable ahora o calle, paro y cacerolas para siempre.

La opinión pública está ansiosa por conocer lo que dirían hoy las encuestas.

La incertidumbre avanza mientras los expertos opinan.

“Nadie tiene el poder suficiente para hacer lo que se sabe que hay que hacer” –Moisés Naím, El fin del Poder.

Los hombres venimos al mundo mientras las mujeres nacen al mundo de los hombres. Esa es la cultura del patriarcado.

Cada vez encontramos más evidencias de que manos criminales no solo las hay en los incendios forestales sino en los demás desastres ambientales.

La humanidad se ha dedicado a producir montañas y continentes de basura con el agravante de que el basurero es el planeta mismo. Barremos la basura debajo del tapete de la indiferencia y la estupidez.

Sigue en Twitter @_carlosduque

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