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El plan A era cambiar el mundo y no lo logramos. En el nuevo año ensayemos el plan B: cambiemos nosotros y el mundo será un mejor lugar para todos. ¡Feliz año!

6 de enero de 2019 Por: Carlos Duque

Creo que en la euforia de las fiestas de Navidad y Año Nuevo ya me gasté todos los buenos deseos y propósitos de felicidad, amor, esperanza, salud y prosperidad que voy a necesitar en el resto del año.

El plan A era cambiar el mundo y no lo logramos. En el nuevo año ensayemos el plan B: cambiemos nosotros y el mundo será un mejor lugar para todos. ¡Feliz año!

Los hijos nos enseñan a entender a nuestros padres. Lástima que aprendemos demasiado tarde.

Una nación es independiente cuando no depende de otro país distinto de los Estados Unidos.

Están haciendo unos días hermosos: cielos despejados, sol, calorcito,
atardeceres de fuego. ¡Qué susto este Fenómeno del Niño!

Y cuando el país despertó, Néstor Humberto todavía estaba allí.

El mundo no es tan asqueroso como se ve en Twitter ni tan bello como aparece en Facebook.

Los Años Nuevos prometen mucha paz y prosperidad, como los políticos.

El harakiri es la forma digna de hacer justicia por mano propia.

Cuántas veces el suicidio esconde un crimen perfecto: todos los indicios recaen sobre la víctima.

Trump no oye las críticas de México, de los demócratas, de su propio partido, de la opinión pública interna y externa sobre el bendito muro: es sordo como una tapia.

Hay tantas clases de democracia como versiones de dictadura.

Como dice el comediante @monobio, Gonzalo Valderrama: “Solemos confundir humor con felicidad”.

Sigue en Twitter @_carlosduque