El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Ser Primera Dama

Rara vez pensamos acerca de las travesías emocionales por las que puede pasar una Primera Dama en el transcurso de su vida al lado de un ser político.

20 de diciembre de 2018 Por: Carlina Toledo Patterson

Rara vez pensamos acerca de las travesías emocionales por las que puede pasar una Primera Dama en el transcurso de su vida al lado de un ser político. Y es que la política tiende a ser sucia, traicionera, tribal, poco civilizada y en ella la habilidad de escucha normalmente es nula, todo lo cual en el mundo femenino no es tan común. No obstante, también puede ser un espacio para generar cambio, y eso es lo que algunas primeras damas en ocasiones han aprovechado. En últimas, aunque no tienen funciones específicas, sí tienen el poder de ser quienes son.

Hay algunas que se han dedicado a ser figuras decorativas, sonriendo elegantemente al lado de sus esposos y simplemente dejándose llevar por el torbellino de una vida tan distinta a la normal. Y eso está bien, para algunas. Otras, como Hillary Clinton por ejemplo, decidieron meterse de lleno en algunos temas de política pública en el gobierno de su esposo y en el proceso terminó pisoteada, juzgada, criticada y quemada. Y ahí, en la mitad, hay una que me merece una muy particular y especial admiración. Es Michelle Obama, cuya memoria -Becoming- acabo de terminar de leer.

Ella claramente hubiera preferido una vida un tanto más sencilla, pero se casó con Barack Obama quien soñaba en grande y estaba destinado para algo verdaderamente grande. En el proceso de adaptarse a esa vida ella nunca perdió su esencia: su preocupación por tender puentes, por contribuir a mejorar la vida de los más vulnerables y por empoderar a las mujeres sobre todo, a través de la educación. Sobre esa base construyó su agenda como primera dama, organizó su equipo, consiguió los recursos y con la visibilidad de ser quien era, movió lo que era importante para ella.

Entre sus prioridades estuvo contribuir a que el personal militar tuviera procesos de adaptación más amigables cuando eran trasladados por el mundo con sus familias; luchar contra la posesión de armas y la violencia; creó una campaña de vida sana orientada a reducir los índices de obesidad en los niños y su iniciativa consentida fue y sigue siendo Let girls learn, para llevar educación a las 98 millones de niñas adolescentes en el mundo que no tienen acceso a ella por una u otra razón. “Cuando les damos las oportunidades que se merecen, cosas increíbles suceden: se reduce la pobreza, las economías crecen, las familias se fortalecen y los bebés nacen más sanos. En resumen, el mundo mejora”.

En otras palabras, como dice Michelle Obama, niñas educadas tendrán el poder de decidir sus vidas. Ella sufrió en su momento el irrespeto a sus ambiciones e intelecto por el color de su piel y su género, pero mantuvo su cabeza fuera del agua haciéndose valer y respetar. Su lucha ahora es para que alrededor del mundo se abra el espacio para apoyar los deseos, sueños y aspiraciones de las adolescentes porque “las sociedades se miden por la manera como tratan a sus mujeres y niñas”.

Mirando en retrospectiva los dos periodos de gobierno de los Obama, fueron sin duda años de cercanía a la gente, donde hasta el manejo político tuvo altura, las palabras se cuidaban, las maneras también. Fueron años de decencia y autenticidad. Michelle Obama puso en movimiento cambios significativos, y ella como mujer y como minoría, es fuente de inspiración y orgullo. Ojalá Fundación Obama sea exitosa con la iniciativa que hoy se llama Global Girls Alliance. Las niñas y mujeres lo necesitamos y el mundo todavía más.

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP