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Realidad que conmueve

Es paradójico que mientras Michelle Obama está bailando para promover el ejercicio...

6 de diciembre de 2013 Por: Carlina Toledo Patterson

Es paradójico que mientras Michelle Obama está bailando para promover el ejercicio en cuanta reunión con niños hay en Estados Unidos y el gobierno de Barack, su esposo, invierte 150 millones de dólares para la lucha contra la obesidad infantil, en otras latitudes del mundo haya niños, jóvenes y adultos literalmente muriendo de hambre. Por un lado buscamos combatir el exceso, por el otro, combatimos el defecto.Recientemente, como parte del programa de ciencias y sociales del colegio, uno de mis hijos tuvo que investigar sobre los temas en referencia: obesidad y hambre. Después de ver unos videos al respecto, decidió realizar su análisis sobre el hambre. Juntos emprendimos durante unas semanas el viaje por este problema mundial de salud pública que, como una plaga, mata al año a 30 millones de personas. Esto increíblemente sucede en un mundo en el cual, según la FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación de la ONU), se produce más alimentos de los necesarios para atender a sus habitantesDurante la investigación, que se centró en la manera como este flagelo ha afectado a África, descubrimos también que 827 millones de personas sufren de hambre en países en vía de desarrollo como lo es Colombia. De ellos, el 14,3% ya está desnutrida, lo cual significa básicamente que en el transcurso de su vida no han tenido la ingesta necesaria de nutrientes que requiere el cuerpo.Pero volviendo al tema de África -continente en el cual en los dos segundos que usted se demora leyendo esta frase, han muerto tres personas- a mí, al igual que a Nicolás, me ha causado una profunda impresión pensar que existan en este mundo personas muriendo de hambre, porque pienso que debe ser un proceso atroz. Desde el punto de vista de una madre, ver morir de hambre a los hijos y no tener al alcance de la mano una solución para ello, debe ser absolutamente desgarrador. Las fotos que vemos de países como Mali, Etiopia, Kenya, Mauritania, Somalia, Sur de Sudán, Nigeria, Burkina Faso y Bamako en el África lo único que nos demuestran son la enorme impotencia y el dolor que produce un hecho que a todas luces suena absurdo en un mundo tan avanzado, industrializado y desarrollado como el actual.La muerte por hambre es lenta por el proceso paulatino de deterioro de los órganos del cuerpo. Al no encontrar los seis nutrientes esenciales (fibra, minerales, vitamina, grasa, proteína y carbohidratos) para su adecuado funcionamiento, no solo se afecta el crecimiento del ser humano, sino que el sistema comienza a colapsar. El cuerpo “extrae energía oxidando la grasa, desintegra la proteína de los músculos y poco a poco se destruyen el corazón, el bazo, los riñones y otros órganos vitales. Por el exceso anormal de fluidos, el vientre se hincha, la piel se seca, el pelo se cae y los huesos pierden fuerzas. Los intestinos se atrofian y los sentidos fallan. El cuerpo finalmente se da por vencido y la muerte ocurre por la falla de alguno de los órganos”.El hambre es indiscutiblemente una vergüenza moral. ¿Por qué no sabemos manejar o distribuir la abundancia? Esa la gran pregunta que nos quedó. Lo que rescato de este proceso de investigación es que contribuye a que los niños abran los ojos a una realidad social que tenemos en nuestras narices. Debo admitir que también contribuye a que comprendan que hay un fundamento detrás de la cantaleta de los padres sobre la importancia de comerse la fruta, los huevos, el arroz, la carne y los otros nutrientes esenciales.