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Muladar urbano

El lunes 5 de enero este diario publicó una infografía sobre el...

13 de febrero de 2015 Por: Carlina Toledo Patterson

El lunes 5 de enero este diario publicó una infografía sobre el Corredor Verde de Cali. Después de leer o navegar esta excelente pieza periodística, queda claro para los interesados cuáles son los componentes del ambicioso proyecto de renovación urbana que pretende lograr la Administración Municipal y cómo, después de la recuperación de los alrededores de la vía férrea que nos atraviesa de Norte a Sur, estaremos más cerca de ser una ciudad del futuro. Una ciudad de esas que piensan en el componente cultural, ambiental y social en todas sus intervenciones.Sin embargo, difícil lograrlo cuando en Cali hay zonas que se han convertido en absolutos muladares. Esas zonas requieren una intervención inmediata porque además de afectar directamente a un porcentaje significativo de la población, es bastante perjudicial para nuestra imagen. Claramente no estamos hablando de miles de millones de pesos, sino de cambios en mentalidades y voluntades.El progresivo deterioro sobre la Autopista Suroriental desde la Calle 63 hasta el cruce con la Calle 70 y de allí hasta La 14 de Calima, debiera ser para todos los caleños un inmenso factor de alarma y aunque el hecho es más que evidente, no hay acciones al respecto. La Autopista y la 70 son dos de las vías arterias más importantes de la ciudad y están en el absoluto abandono y dejadez. Por ellas circulan a diario miles y miles de personas en automóviles, camionetas, camiones, motos y hasta bicicletas y la verdad es que mal que bien, el tráfico fluye y las obras de infraestructura que se han hecho sirven. Pero el entorno es deprimente.El primer factor de alarma es que el mencionado trayecto se haya convertido La Calle del Sexo. He contado hasta 28 moteles en la zona y sabrá Dios de dónde provienen los dineros para ello y cómo se han tramitado los permisos que son presuntamente “necesarios” para operar.Por otra parte, el separador de esas vías se ha convertido en un longitudinal centro de consumo de vicio, en botadero de escombros y basureros de los barrios aledaños y también en áreas de quema de objetos indeseados. Esto a toda hora, todos los días de la vida. Además, en ese trayecto vial que ya es una verdadera mácula para la ciudad, algunos de los miembros de la vasta comunidad “sin techo” se dieron a la tarea de construir hogares con vista al caño separador, o debajo de los puentes. En esas construcciones hechizas, endebles y que atentan contra la seguridad de propios y ajenos, cocinan, cuelgan ropa, hacen visita con las sillas y sofás que la gente de la zona desecha, hacen sus necesidades a pocos metros, y viven una decadencia humana entre el mugre y la indolencia de todos alrededor.Una intervención apropiada en el sector requeriría de dos aspectos fundamentales: voluntad de las autoridades (municipales, policivas y ambientales) y compromiso de los habitantes de los barrios al lado y lado de las vías. ¿Cómo arrancar? Primero evidentemente hay que reubicar a los “sin techo” y esa podría ser la inversión significativa en este proceso. Una vez logrado eso, pues es cuestión de limpiar y después de eso limpiar y limpiar y limpiar y no tolerar porquería y suciedad, hasta que los vecinos se den cuenta que se está hablando en serio y que su separador, su caño, su vía, puede y debe ser motivo de orgullo. Así comenzarán ellos mismos a cuidarlo. Repito, es cuestión de voluntades y cambio de mentalidades, y a veces eso es más difícil de lograr. ¿Podremos?