El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

#MeToo

Es curioso pensar que a un hombre lo haga sentir bien consigo mismo restregar sus partes íntimas contra los posteriores de una mujer en un bus, o ‘accidentalmente’ pasar la mano por sus atributos frontales, o mirar con hambre un escote.

26 de octubre de 2017 Por: Carlina Toledo Patterson

Es curioso pensar que a un hombre lo haga sentir bien consigo mismo restregar sus partes íntimas contra los posteriores de una mujer en un bus, o ‘accidentalmente’ pasar la mano por sus atributos frontales, o mirar con hambre un escote. ¿Qué tal consumir pornografía y saber que es corresponsable de la explotación femenina (o masculina)? ¿O tener conversaciones de tono abiertamente sexual en un grupo en el cual eso genera incomodidad?

Todo lo anterior son comportamientos francamente patéticos y dicen mucho del ser humano de donde provienen. Quizá porque jamás me ha parecido aceptable, porque me enseñaron a decir no y también a defenderme de ese tipo de embates masculinos, es que no puedo decir #MeToo. Sin embargo, sí puedo solidarizarme enérgicamente con quienes sí han sido víctimas de violación, abuso o acoso sexual.

No obstante, lo que me pregunto constantemente es, ¿qué carajos hace uno como mujer yendo a un hotel citada por alguien que le puede dar trabajo? ¡Subir a su habitación! ¿Que el personaje en bata abra la puerta y aun así, proceder a sentarse en un sofá de una lujosa suite a su lado. Creo que cualquier mujer con un contenido mínimo de sesos sabe que eso NO se hace, como tampoco se sale a cenas íntimas a discutir trabajo. La respuesta sencilla es NO y punto. Ningún trabajo lo justifica.

Ahora, eso no quiere decir que esté de acuerdo con que las mujeres nos buscamos nuestros problemas por andar con faldas cortas y escotes largos. O por andar en la calle solas después de una obra de teatro, un cine o una noche de farra, y de pronto con unos tragos de más. Y no estoy de acuerdo porque estamos en todo nuestro derecho de hacerlo, y punto. Nadie -hombre o mujer- tiene por qué pensar que eso es una invitación al sexo.

Ahora estamos desgarrándonos las vestiduras (en sentido figurado) porque se han conocido las cochinadas de Harvey Weinstein, de Mark Valperin, de diputados del Parlamento Europeo, de George Bush papá y la lista pareciera ser interminable. Pero recuerden que venimos de Roman Polanski, Woody Allen, Bill Clinton, Anthony Weiner y de muchos otros monstruos violadores, acosadores y abusadores. El común denominador de todos estos personajes sexistas es que su masculinidad es 100 % negativa y nadie les enseñó a hacer lo correcto a una mujer y en presencia de una mujer.

Es hora que hablemos las cosas como son, porque las conductas de ese tipo de seres no son simplemente inapropiadas, son absolutamente inaceptables. El hecho que ya se trapee públicamente con los perpetradores y que haya campañas de rechazo, es positivo a futuro para nosotras las adultas y las jóvenes y niñas que vienen detrás. Pero no es suficiente.

Debemos orientar la energía invertida en twittear y postear en esas campañas digitales masivas y comprender que la solución en realidad está en trabajar sobre cambios en comportamientos. Es menester comenzar a enseñar masculinidad positiva. Esto es básicamente, que los hombres respeten a las mujeres, que sean capaces de salir en su defensa no quedándose quietos o callados y que estén siempre dispuestos a hacer lo correcto en su presencia (Ver: #NoMeansNo). Es desaprender el sexismo, lo cual seguramente llevará a que los hombres se sientan mejores seres humanos, con un autoestima alta y que no anden buscando su presunta dignidad tras las braguetas de su pantalones o asaltando las bragas de las mujeres.

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP