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Maurice, ¡canta!

Yo opino que si uno se va a vivir al campo, es porque quiere vivir el campo, no luchar contra él y eso evidentemente incluye los sonidos de la naturaleza

5 de diciembre de 2019 Por: Vicky Perea García

En el jardín infantil que quedaba exactamente al lado de la casa había un gallo que cantaba a deshoras. Mi marido tenía la creencia que cuando eso sucedía, era señal de que se avecinaba una muerte. Pasaron unos meses, afortunadamente sin una sola defunción, hasta que él se tranquilizó y el gallo sin horario pasó a ser parte del paisaje sonoro. Lo suyo era parte de los sonidos de la naturaleza y aunque a veces ellos responden a patrones, en general en la naturaleza no hay orden y los gallos cantan cuando les da la gana.

Maurice es un gallo francés, vive en una isla llamada Oleron, en el oeste de Francia. En los últimos años esta isla ha atraído un número significativo de turistas y de personas que han establecido en ella su segundo hogar. Seguro será por lo tranquila. De hecho una turista la define como “un lugar perfecto para escribir una novela, aunque no seas escritor: ¡Allí viven las musas e irán a por ti! No puede ser más bonito, salvaje, tranquilo, paseable, bicicletable y comestible. Un lugar para retirarse del mundo”.

Pues Maurice, como mi vecino, también cantaba a deshoras. Dicen quienes lo demandaron que comenzaba a las 4 de la mañana y que podía continuar haciéndolo hasta bien entrada la tarde, lo cual confirma que cantan cuando les da la gana. Y sí, aunque uno no lo pueda creer, a Maurice lo demandaron.

Todo comenzó hace un par de años cuando una pareja de jubilados de apellido Biron llegó a vivir a la bucólica isla y construyeron allí su segundo hogar. Da la casualidad que su vecina, Corrine Fesseau, puso un gallinero en su propiedad, este quedó ubicado a tan solo unos metros de la habitación de los Biron. ¡Y quién dijo Troya! Trataron de llegar a un acuerdo, pero todo terminó en una demanda por “perjuicio sonoro”.

El caso fue documentado en todos los grandes medios del mundo, seguramente por lo insólito del choque entre el mundo rural y urbano. Hubo una petición a favor de Maurice en internet y logró 140 mil firmas. Se produjeron miles de camisetas que decían Apoye a Maurice y hace poco Bruno Dionis du Sejour, alcalde de Gajac (Francia) pidió a la Unesco declarar patrimonio cultural inmaterial “el canto del gallo, el mugido de la vaca, el rebuznar de los asnos, los ladridos del perro, el canto de los pájaros y el sonido de las campanas”.

Aunque provoque risa, sí es un claro ejemplo de intolerancia y una indiscutible falta del don de la ubicuidad de la pareja Biron. Yo opino que si uno se va a vivir al campo, es porque quiere vivir el campo, no luchar contra él y eso evidentemente incluye los sonidos de la naturaleza.

De la Cali rural extraño el sonido de los cientos de pájaros en la mañana, incluyendo al gallo vecino y la ocasional guacharaca, también extraño mucho el sonido de las ranas plataneras que comienza en la tarde y hasta bien entrada la noche (a estas increíblemente, hay quienes las exterminan “porque hacen mucha bulla”).

Maurice ganó la batalla el pasado 4 de Julio. Biron debe pagar a Fessau 1.100 dólares por daños y perjuicios. El tufillo que queda en el ambiente es de mucho malestar, porque ¿qué carajo hace en el campo un ser humano que se va a estar quejando por los ruidos de la naturaleza? Hay muchos abraza árboles de mentira allá afuera y si van a armar un rollo de marca mayor cada que la naturaleza hable, es mejor que se queden entre las paredes de concreto donde solo los perturbe el taconeo de la vecina de arriba o la rumba del adolescente del segundo piso.

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP