El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Lo inexplicable

Es claro que ningún asesinato es aceptable, pero mientras más leo a Jamal Khashoggi, más me convenzo que lo que le han hecho a este hombre, quien en esencia era un buen hombre, no tiene nombre.

25 de octubre de 2018 Por: Carlina Toledo Patterson

Claro que sabía el efecto que la desaparición de Jamal Khashoggi estaba teniendo en la política global, pero cuando encontré sobre una mesa un escrito de su novia, Hatice Cengiz, mi perspectiva del tema cambió. Se volvió un tanto más personal. La columna de opinión de Hatice abría la edición de The New York Times de algún día de la semana pasada y ella hablaba de él, todavía en presente y con el alma.

Se conocieron en mayo de este año, en una conferencia en Estambul. Inicialmente la atracción fue intelectual -como nos sucede a muchos en la madurez- pero rápidamente entablaron una relación amorosa no obstante la diferencia de edad y la distancia. Ella de 36 años y viviendo en Estambul, él de 60 y viviendo en el exilio en Washington. Pero así son la relaciones hoy en día, se está con quien genera paz y felicidad, por encima de cualquier barrera. “Lo que quería él de su pareja de vida era amor, respeto y compañía”, dice la novia.

Como dije, el conocer un poco de la vida personal de Jamal Khashoggi a través del escrito de su prometida despertó mi curiosidad y quise saber más para ver si lograba entender algo del porqué de su atroz asesinato. De sus fotos percibo que era un bonachón. De sus columnas en The Washington Post percibo a un hombre con un gran sentido de la justicia y del deber ser en la ética política.

Dice Hatice que era honesto, sensible, abierto y cálido, que “Admiraba su personalidad, su sabiduría y coraje para cuestionar lo que sucedía en su lado del mundo. Conectábamos con nuestra pasión compartida por la democracia, los derechos humanos y la libertad de expresión, los principios por los cuales él luchó”.

Ella no está sola en su apreciación, la constante en todo lo que quienes lo conocieron han comentado se resume así: “Creía que las cosas eran buenas, que lo correcto siempre triunfaría, era bueno y creía en la bondad de los demás”.

Es claro que ningún asesinato es aceptable, pero mientras más leo a Jamal Khashoggi, más me convenzo que lo que le han hecho a este hombre, quien en esencia era un buen hombre, no tiene nombre y por supuesto que ya menos entiendo.

El amor lo llevó a la puerta del consulado de Arabia Saudita en Estambul. Se quería casar, entre otras cosas, porque se sentía inmensamente solo, añoraba su país y su gente. Paradójicamente, el amor por ese país fue lo que lo llevó a sufrir una de las muertes más horrendas de las que yo haya oído en mi vida.

Curiosamente sus columnas de opinión en The Washington Post no son incendiarias, ni viscerales aunque tienen la pasión de un patriota. No son columnas llenas de adjetivos, ni juicios, sino de hechos y datos que confirman que era un periodista hasta el tuétano. Se documentaba, usaba sus fuentes, sus redes y desde luego, su experiencia personal. Una de las características de su estilo que más me gustan es que la gran mayoría de sus columnas terminaban con un llamado a la acción (lo que en inglés se llama ‘a call to action’) que en ocasiones suena a plegaria a quienes podrían generar cambios y concientizar al mundo de lo que sucede en Arabia Saudita.

La constante en sus columnas es la crítica al príncipe saudí conocido como MBS y la manera como engañó al mundo con sus promesas de apertura y reforma. Pero eso es lo que hacemos los periodistas, ojalá todos lo hicieran como él.

“Su pérdida no es solo mía sino la de cada persona con una conciencia y un compás moral”. Hatice Cengiz

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP