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La mancha de Kobe

La verdad es la verdad y por nada ni por nadie hay por qué ocultarla.

30 de enero de 2020 Por: Carlina Toledo Patterson

En la noche del 30 de junio de 2003 llegó a registrarse al Lodge and Spa at Cordillera en Colorado (USA) un hombre llamado Javier Rodríguez. Era en realidad Kobe Bryant, quien había pedido a su agente de viajes que cambiara su nombre en la reserva. Lo recibió en la recepción una joven de 19 años, residente en la exclusiva zona aledaña, quien obviamente estaba emocionada de poder conocer al jugador de los Lakers de Los Angeles y gran leyenda del basketball. La realidad de lo que pasó esa noche en la habitación de Kobe después de un tour a las instalaciones del hotel solo la saben ellos dos.

El sitio web The Daily Beast publicó un detallado recuento de la acusación de violación a Kobe Bryant, los testimonios tanto de acusadora como acusado y una teoría acerca del posterior acuerdo. En el desenlace, según el medio de comunicación, Vanessa Bryant, la esposa de Kobe, terminó con un exorbitante diamante morado en su dedo anular.

El domingo pasado, al conocerse la noticia de la trágica muerte del exbasquetbolista, su hija y otras siete personas, la periodista de The Washington Post, Felicia Somnez, posteó en Twitter el mencionado artículo de The Daily Beast. Ahí comenzó una tormenta que hoy sacude la credibilidad del Post y que cuestiona la ética periodística en momentos de 'crisis' o exaltación emocional.

Poco después de publicar el tweet, Felicia fue objeto de los peores insultos, amenazada de muerte y además suspendida por su jefe, Marty Baron, editor ejecutivo del diario, quien en un correo electrónico le dijo que estaba “haciendo daño a la institución” con su publicación. Las directivas anunciaron que la suspensión de Somnez estaría en efecto hasta que revisaran si su tweet era consecuente con las políticas de uso de redes sociales de The Washington Post; 36 horas después del tweet, la periodista por supuesto ya estaba sentada de nuevo en su oficina, pero el periódico y sus directivos estaban en el ojo del huracán periodístico.

Evidentemente Kobe Bryant era un ser humano especial. En el ámbito deportivo fue una súper estrella y en lo personal estaba dedicado a contribuir a mejorar la vida de muchas personas. Se veía como alguien dulce y amoroso y sin duda lo era, de ahí tanta emoción y sensibilidad en torno a su horrible muerte. A mí me ha sacado lágrima dos veces. Una al verlo en la página de Instagram de Steinway and Sons tocando en el piano una sonata de Beethoven, la cual aprendió para su mujer; la otra el miércoles en la noche al leer lo que ella escribió en sus redes sociales sobre la pesadilla que viven.

No obstante, Kobe tenía su mácula y bien significativa. Además, fue aceptada por él así que la violación no es invento de nadie. Lo único que hizo Felicia Somnez en su cuenta de Twitter fue recordarle esa verdad al mundo, una obligación que tenemos todos los periodistas, sin importar la situación. De hecho, The New York Times en sus titulares también hizo mención a esa mancha en la historia de Kobe.

Uno de los siete principios rectores de The Washington Post es que “el periódico dirá toda la verdad en tanto la pueda conocer, en lo referente a los hechos importantes en América y el resto del mundo”. Claramente la muerte de un ícono es un hecho importante, pero al parecer en aras de proteger el negocio y arguyendo un presunto tema reputacional, los directivos del diario metieron las patas hasta el fondo al suspender a Somnez porque tuvo un efecto bumerán sobre ellos.

La verdad es la verdad y por nada ni por nadie hay por qué ocultarla.

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP