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La calle también es nuestra

Entro en este nivel de detalle un tanto crudo porque es una realidad que la calle no es segura para las mujeres y claramente no es algo que nos estamos inventando.

25 de marzo de 2021 Por: Carlina Toledo Patterson

Sarah Everard tenía 33 años, trabajaba como ejecutiva en una agencia de mercadeo digital y una noche hace un par de semanas caminaba en el sur de Londres desde la casa de una amiga hacia su casa. La última vez que las cámaras de seguridad de la zona la vieron fue hacia las 10:40pm. Su cuerpo apareció una semana después y hay un oficial de policía arrestado como sospechoso de su secuestro y asesinato.

Un poco más cerca de nosotros, Natalia, una joven cartagenera posteó en Instagram una historia denunciando como en la tarde del miércoles mientras trotaba por la calle en la cual habitualmente sale, un hombre se le cruzó en una moto, se abrió el cierre, le mostró sus partes íntimas y comenzó a masturbarse. Terminó, se fue y a Natalia la socorrió un taxista con el cual se fueron a buscar a la policía para que les ayudaran a detener al personaje. En su denuncia, mientras llora, Natalia habla con ira de la indolencia e indiferencia de los miembros de la fuerza pública con quienes se encontraron, porque no hicieron nada para ayudarle.

Por otra parte, en una página de mujeres llamada WikiNice, se compartió la historia de una niña que caminaba en Bogotá por el parque de la 80 con 11 cuando un hombre se le acercó, le dio un puño en el estómago y trató de raptarla. Ella logró reaccionar, se fue a su casa y cuando se acercó al CAI a poner la denuncia, les dijeron que es el tercer caso que oyen en la semana.

Entro en este nivel de detalle un tanto crudo porque es una realidad que la calle no es segura para las mujeres y claramente no es algo que nos estamos inventando. ¡Eso no es normal! Como no es normal que tengamos que salir con llaves en una mano y en punta hasta llegar a nuestro destino. Tampoco es normal tener que estar usando apps para transmitir nuestra ubicación en tiempo real a nuestras amigas, ni haciendo llamadas simuladas o tomando recorridos más largos pero seguros. No es normal tener que quedarnos a dormir donde una amiga para evitar el peligro de la calle, tomar un taxi por solo unas cuadras, quitarnos los audífonos para poder sentir si alguien viene detrás y hasta tener que pensar en qué nos ponemos para evitar riesgos.

Hace unos días en conversaciones al respecto con unos colegas me confesaron que no eran conscientes del largo proceso de decisiones que debemos tomar las mujeres para salir de nuestras casas a hacer algo tan cotidiano como caminar. Hablaban que casos como los descritos les han hecho caer en cuenta de cómo sus acciones en la calle pueden llegar a hacernos sentir incómodas e inseguras y cómo eso limita al extremo nuestra libertad.

¿Porqué tenemos que actuar y vernos en la calle como niños en la calle mimetizarnos? ¿Porqué tenemos que infartarnos cada que sentimos pasos detrás de nosotras o cuando se abre la puerta de un carro al lado nuestro? ¿Porqué tenemos que tomar recorridos más largos? ¿Porqué tenemos que oir piropos grotescos que no hemos pedido y tampoco necesitamos?

El fin de semana pasado en un artículo del diario El País de España titulado La aventura de caminar solas, algunas mujeres de diferentes ciudades del mundo hablaban de sus experiencias personales en la calle, caminando. Eugenia Ponce de Mexico decía enfáticamente que “la calle también es nuestra” y Justine Fevrier de París afirma que “son los hombres quienes deben habituarse a no tratar a las mujeres como un pedazo de carne, la educación es la clave”. Yo no podría estar más de acuerdo. Pónganse en nuestros zapatos tan solo un instante para ver cómo se siente, seguro eso los llevará a cambiar, o por lo menos, a reflexionar.
Sigue en Twitter @CarlinaToledoP