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Como vamos, no vamos

Desde hace 6 años crece mi indignación e impotencia frente a un...

11 de octubre de 2013 Por: Carlina Toledo Patterson

Desde hace 6 años crece mi indignación e impotencia frente a un decreto que es a todas luces absurdo. La famosa semana de receso que se inventó el Gobierno anterior con la presunta disculpa de promover el turismo interno, nos aleja cada vez más de ser el país competitivo que soñamos. Podemos echar todo el cemento que queramos en infraestructura física, pero si no tenemos un país preparado intelectualmente para afrontar los retos de la globalización, será esfuerzo y plata perdida.Pues resulta que Colombia no sólo es uno de los países en los cuales los niños asisten durante menos días del año al colegio (160), por vacaciones, festivos, jornadas académicas del profesorado y la semanita en cuestión -lo cual en términos de continuidad de los procesos pedagógicos es contraproducente- sino que además la implementación de la jornada escolar única en todos los municipios se quedó a medias. ¿Esto qué quiere decir? Que los niños de casi el 50% de las instituciones educativas (IE) públicas de Colombia además de tener pocos días de clases, lo hacen en jornada de 4 horas. Los colegios privados no se quedan atrás en este rezago porque sus jornadas productivas son en realidad de solo 6 horas.Surge la gran pregunta ¿en qué estamos? Porque eso de querer ser un país competitivo pareciera ser un simple saludo a la bandera. ¿Queremos acceder a organizaciones de países elite como la Ocde con los indicadores de educación que tenemos en la actualidad? Evidentemente junto con la eficiencia tributaria, debiéramos estar concentrados en elevar el nivel de vida de la población y no queremos ver esa realidad.El primer exabrupto sucedió en 1965 cuando el Gobierno expidió el Decreto 455 de 1965 a través del cual se le exigía a las IE tener sesiones paralelas de bachillerato en las 5 principales ciudades y también se autorizaron las jornadas nocturnas; el Decreto 280 de 1966 amplió la disposición a todo el país. Efectivamente se logró ampliar la cobertura, pero ahí comenzaron los problemas graves de calidad. Vino el viraje en 1994 con la Ley 115 que decretaba que “el servicio público educativo se prestará en IE en una sola jornada diurna”, luego el Decreto 1850 de 2002 del gobierno Uribe aplazó esta decisión y de cierta manera lo dejó al libre albedrío de cada IE. Eso nos ha llevado a que de los 1.102 municipios de Colombia, en 512 no haya jornada diurna completa. Evidentemente la educación es nuestra Cenicienta. Desde lo público no ha habido sino incoherencia y falta de visión y debo decir que en la actualidad, con los desaciertos de la Ministra, la situación es crítica.Está comprobada la relación entre tiempo de clase y resultados académicos, al igual que el efecto positivo en las pruebas estandarizadas, el aumento de las capacidades cognitivas y sicoafectivas y una mejor nutrición. Por otro lado, reduce el embarazo adolescente, las probabilidades de ser arrestado y la tasa de deserción.Que la construcción y dotación de las IE necesarias para atender la jornada diurna en todo el país cuesta una plata, sí claro, según un estudio realizado para el Banco de la República en 2011, la suma es de 7,5 billones de pesos, lo cual dividido en 25 años (tiempo útil de las IE) serían 300.000 millones por año, un monto inferior al que se destina para inversión en muchos otros ministerios. Le llegó el momento al Gobierno y los docentes de decidir si se dan la pela o no: jornada única nacional y nada de semana de receso. ¿Serán capaces, o seguirán primando otros intereses?