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¿Cómo estás?

Acababa de darme una mirada en el espejo y estaba en el proceso de escribir un correo electrónico, cuando apareció un chat de un colega:

26 de marzo de 2020 Por: Carlina Toledo Patterson

Acababa de darme una mirada en el espejo y estaba en el proceso de escribir un correo electrónico, cuando apareció un chat de un colega: “Hola Carli, ¿cómo estás”? Lo único que atiné contestarle fue: ¡Fea! Y efectivamente, para los estándares normales de cómo me gusta verme en el espejo, últimamente vivo un tanto feíta.

Cero maquillaje, poco peinado, nada de tacones, ni vestidos, los mismos aretes día tras día y nada de los compliques que implica estar decente para el trabajo en situaciones normales. Pero me está gustando esto de la sencillez y la naturalidad y seguro bastante se me quedará a futuro.

Lo que sí me tiene agotada ante la pandemia del Covid-19 es la cantidad de personas que no hacen sino mandar videos, recomendaciones y cadenas, así que públicamente solicito que quienes sean mis amigos, si quieren seguir siéndolo, no me manden nada, sino mensajes escritos por ustedes y desde su corazón. Todo chat con fotos, videos y PDF adjunto, los borro.

Yo ya sé que me tengo que quedar en casa y lavarme mucho las manos. Yo lo hago por convicción, por mí, por mis hijos, por mi familia y mis vecinos. Y aquí en casa estaré hasta que toque.

Lo curioso es que en mi caso particular no es nada difícil eso. Soy ‘ermitaña’ por naturaleza y pocas cosas me gustan más que el aislamiento social (obvio, no quisiera que fuera a costa del sufrimiento de millones, como sucede en este momento). De estar sola sale mi energía y mi creatividad. Me gusta la pausa, la paz y poder controlar el ritmo de mi vida y mi rutina. Me gusta salir cuando a mí me dé la gana (cuando no hay cuarentena), con quien a mí me dé la gana y a hacer lo que a mí me dé la gana. Es más, en una escala de 1 a 10 siempre soy un 10 en la medición de introvertida, porque de extrovertida no tengo ni una célula.

Lo interesante de todo esto es volverse a reconectar con quien uno es de verdad. El encierro obligatorio está forzando a millones de personas a hacerlo y me parece interesante ver dentro de unos meses o un par de años, cómo esto cambió a muchos.

Yo he redescubierto por ejemplo que la cocina es lo mío y que además de crear maravillas para Nicolás -mi adolescente que vive conmigo- y para mí, me produce un inmenso placer compartir las recetas y lo que hago con mi gente del alma. No quiero dejar de hacer esto aun cuando todo se normalice y tampoco quiero dejar de comer rico, que los gorditos se me desborden por encima del pantalón, dejó de importarme hace mucho rato.

En estas semanas de aislamiento he descubierto que detesto el desperdicio, tanto en comida como en todo. Me volví obsesiva con congelar la comida que sobra, porque no sabemos cuándo la podemos necesitar y además veo que no necesito tanta ropa, no necesito tantos zapatos, no necesito tanto maquillaje, ni cremas, ni chats, ni gente que dice ser amiga. Así que es tiempo de limpieza general.

Un gran descubrimiento es que me importa cinco ser ‘copasolera’, un término que aprendí de mi vecina hace un par de días. Últimamente me tomo mis copas de vino sola, viendo mis óperas, oyendo mi música, leyendo mis libros o en happy hour virtual con amigas y familia. Pero si me da la gana de tomármelos, me los tomo y punto.

Todo esto -y hay muchos más descubrimientos- parecieran una oda al egoísmo. Véanlo como quieran, yo lo que pienso es que quien no se conozca muy bien a sí mismo y esté contento viviendo con ese resultado, tiene mucho encierro por vivir todavía. Esta tragedia que nos tocó sin jamás imaginarlo y el consecuente aislamiento social, ayuda a quien quiera dejarse ayudar, a quien no, seguro se estará dando contra las paredes.

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP