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Atención urgente al patito feo

Difícil pensar en un empresario que no se deje seducir por un...

18 de febrero de 2011 Por: Carlina Toledo Patterson

Difícil pensar en un empresario que no se deje seducir por un negocio que tiene ingresos de $2,5 billones al año. Más aún, muy difícil pensar que si fuera suyo, no haría los más ingentes esfuerzos por asegurar mayores ingresos a futuro, mejorando el producto y rodeándose de las personas más capacitadas para aportar a su desarrollo. Seguramente también estructuraría un estricto mecanismo de control y solicitaría periódicamente informes de gestión. Es del más elemental sentido común.En ese orden de ideas es una descomunal vergüenza que los empresarios de Colombia hayan permitido –por simple negligencia- que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) se convirtiera en la entidad inoperante, politizada y dispersa que es hoy en día. ¿Es que acaso no les importa qué se está haciendo con esos aportes mensuales del 3% sobre salarios devengados que consignamos todos quienes pagamos nóminas? Es dinero –mucho dinero- que sale de los bolsillos de todos y cada uno, y pocos en realidad saben en qué se va la platica. Eso es inconcebible.En el año de 1968 la Ley Cecilia –en honor a la gestora y Primera Dama Cecilia De la Fuente de Lleras- dio vía libre a la creación del Icbf. La visión de la entidad era la protección de la mujer, la familia y el niño, con políticas de largo alcance, es decir con visión a futuro. Aunque el espectro de la visión era de una inconmensurable amplitud y, por ende, con muchas metas difícilmente logrables, el sólo hecho de reconocer a mujeres y niños como sujetos de derechos fue un gran avance para la época. Cuarenta y dos años después la visión no ha cambiado, aunque al posesionarse el presidente Juan Manuel Santos afirmó que enfocarse en la primera infancia era una prioridad de su gobierno y que esperaba para ello el trabajo mancomunado de Icbf, y los Ministerios de Educación y Cultura; aunque ya está más que comprobado que una de las mejores inversiones para un país es en el desarrollo de la primera infancia; y aunque todos los días es más irrefutable que el bienestar de los niños y niñas colombianos no es un tema preponderante para millones de adultos colombianos. ¿No será que ya es hora de modificar esa anacrónica visión tan amplia y que el Icbf se concentre exclusivamente en promover la nutrición, las facultades cognitivas, la motricidad y el lenguaje psicosocial de los niños entre 0 y 6 años? Repito, está comprobado que es una gran inversión. ¿No será que es hora de tener una Directora Nacional y Directores Regionales que no pongan al servicio de la política esa institución y que se aplique a ellos un sistema de selección en el cual sea prioritario demostrar su erudición en primera infancia? Indiscutiblemente es hora de modernizar al Icbf y alinearlo con las tendencias mundiales. Paralelo a ello se deben aplicar estrictos mecanismos de control y calidad. El presidente Santos demostró no ser ajeno a ello, porque pidió a Samuel Azout -un empresario con un comprobado compromiso con la primera infancia y hoy Alto Consejero para la Prosperidad Social- que presidiera la Junta Directiva del organismo. Eso en sí es un mensaje contundente de la importancia que le da al Icbf como innegable gestor de desarrollo en Colombia, además de su deseo de depurarlo. Ojalá todo los pequeños, medianos y grandes empresarios se pellizquen, porque el Icbf es de todos y lo tenemos abandonado. Sin embargo, ese patito feo tiene todo el potencial de ser un gran cisne, si y sólo si exigimos evolución y gestión.