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Cali lluviosa no es Cali

Y es que los caleños, hombres, mujeres y de los otros, cuando caen dos goticas de agua, se enchumban en sus casas, cambian de personalidad y la alegría que les caracteriza se vuelve tristeza...

10 de mayo de 2024 Por: Mario Fernando Prado

Tal como lo vaticinó nuestro Max Enríquez caleño, Rodrigo Zamorano, nuestra ciudad pasó de padecer un infierno de calor a soportar un invernal atroz. Al momento de pergeñar esta nota, llevamos más de 20 horas de incesantes e inclementes lluvias.

Como decían las abuelas, se nos desgranaron los cielos, y como decían en Popayork, han llovido hasta maridos en este cielo roto que nos tiene destemplados y achicopalados.

Y es que nos hace falta el calorcito abrazador y abrasador que se mengua con “la suave brisa del mar que baja de Los Farallones”, como dijera ese caliólogo que fue Alfonso Bonilla Aragón, en unas de sus inolvidables crónicas.

Y es que los caleños, hombres, mujeres y de los otros, cuando caen dos goticas de agua, se enchumban en sus casas, cambian de personalidad y la alegría que les caracteriza se vuelve tristeza, saudade y nostalgia y las caras felices se tornan en rictus erectus y ya no pueden ni bailar a no ser la danza de la muerte

Caminando melancólicos, se tornan tropezadores. No saben cómo usar un paraguas y se caen en charcos por doquier dando tumbos y más tumbos. Sus estridencias características son reemplazadas por gruñidos inteligibles y extraños sonidos onomatopéyicos. Sus miradas picaronas se vuelven unos ojos mustios sin gracia ni salero.

El sentido del humor se les viene al piso y asumen esa cólera bogotana, detestable y odiosa.

Los caleños lluviosos no son ‘ni chicha ni limoná’, sino unos seres amorfos, grises y apagados y peor cuando, por ejemplo, hacen el amor y lejos de disfrutar las encatradas, se quedan dormidos con las medias puestas. Y ni hablar del segundo y menos del tercero, porque de inmediato roncan estertóreamente acompañados con flatulencias del peor cuño.

Necesitamos que vuelva el sol, así sea canicular, para sentirnos vivos y que nos ponga a sudar la gota gorda, pero este invierno procaz nos tiene desdibujados. No demoramos en comenzar a usar chalecos con leontinas y sacos gallinetos, a hablar pausados y pasito, a echar cuentos pésimos y hasta a decir hola, ala.

Y ni hablar de irse a Dapa o al km 18: a esas neveras no les falta, sino que caiga la nieve, porque el granizo es el pan nuestro de cada día y que la neblina se quede en los estaderos de las fincas, se vuelva imposible sacarla y se quede allí días enteros.

Si antes hacíamos rogativas para que lloviera, tocará hacer las para que vuelva el veranito y podamos volver a dormir como Dios nos trajo al mundo.

* * *

Posdata. El presidente estará hoy en el Coliseo del Pueblo. Allí arengará a miles de incautos prometiéndoles subsidios que jamás llegarán a cambio de que lo vitoreen y aplaudan sus energúmenas palabras.

Habiendo sido Cali la sede principal de la primera línea -la del estallido social- , es de esperarse que sea aquí en donde lance las más exacerbadas consignas ventijulieras e incendiarias que pueden ir más allá de decir que hubo muchísima más gente de la que en realidad asistió.

Así que pilas porque el desespero de quien está viendo que se le cae la estantería puede terminar -Dios no lo permita- en vías de hecho de impredecibles consecuencias. Prueba de fuego para el Alcalde Eder, sí hay que hacer respetar el orden público.

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