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¿Cierto que usted no es de aquí?

Cali es una ciudad resiliente, capaz de reconstruirse una y otra vez, se levantó de una explosión, hace casi 70 años, de la guerra entre carteles narcotraficantes

5 de enero de 2023 Por: Bernardo Peña Olaya

Cumplo quince años de vivir en Cali, llegué más rolo que nunca y con el acento del occidente bogotano muy marcado. Aunque mi dejo particular no se ha ido, ahora va acompañado del vos y del vé, pero todavía me preguntan: ¿Cierto que usted no es de aquí? Y respondo con cierta rabia: claro que soy de aquí, aquí he hecho parte de mi carrera, de aquí son mis hijos, de aquí son mis grandes alegrías y amores, aquí he tenido mis grandes tristezas y aquí, en Cali, mi ciudad, me levanto con su estridencia y su particular manera de anunciar cada mañana. ¿Cómo no voy a ser de Cali?

Este diciembre, que terminó, un viejo (joven) compañero del colegio vino con la familia a pasar las fiestas con su hijo, ahora residente en nuestra ciudad: “Cali es muy segura, aquí me siento relajado” , “los trancones de aquí son de tres minutos”, “aquí es tan verde, árboles y aves por todas partes”, “la comida de aquí no tiene comparación”, “qué buen clima tienen aquí”, “aquí a mi hijo le dieron la oportunidad y le abrieron las puertas en una gran empresa”, “aquí me gustaría vivir”, decía todo el tiempo. Lo primero que pensé fue: “Con tantos elogios cómo estará Bogotá, que bueno vivir a 500 kilómetros de la Carrera Séptima”, pero luego caí en cuenta: aquí, aquí, aquí es Cali, esa ciudad que tanto elogia es aquí, es Cali.

Una ciudad que recibe a todos con sus defectos y carencias, con sus problemas y sus dolores y que de alguna manera se la rebusca para darle algo a todos los que llegan. Este 2023, año electoral, el miedo será nuevamente una herramienta para inflar los defectos y desinflar aciertos y cualidades. Cali es una ciudad resiliente, capaz de reconstruirse una y otra vez, se levantó de una explosión, hace casi 70 años, de la guerra entre carteles narcotraficantes y de la crisis por su posterior caída, de la pandemia, de un paro que no tuvo piedad de pobres ni acomodados (los ‘ricos’ se fueron a Miami) y ahora se quiere levantar de las malas decisiones.

Ya suenan nombres para manejar este barco. Como caleño que soy, espero propuestas arriesgadas pero reales, qué tal la construcción del metro, qué tal la cátedra de ‘caleñidad’ en los colegios entendida como civismo, alegría, solidaridad y trabajo, qué tal una Cali convertida en la capital de la gastronomía, el deporte y la cultura como empresas educativas y productivas y no solo como sede de certámenes.

Candidatos a la Alcaldía de Cali, los invito a una campaña alejada del miedo y las propuestas imposibles, a una campaña (muy difícil lo sé) con apoyo ciudadano y no clientelista, a construir sus propuestas sobre lo bueno que se ha logrado con mucho esfuerzo y a potenciar a nuestra ciudad que tiene siempre los brazos abiertos como los de Cristo Rey. Y sí, soy de Cali.

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Postdata: después de darle muchas oportunidades definitivamente no pude con el chontaduro.

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