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Una nueva profesión

Responder al cambio climático, al que contribuyen en gran parte las ciudades, sus edificios y sus automóviles, debería ser imperativo en una nueva arquitectura, que además debe ser regionalista.

30 de marzo de 2022 Por: Benjamin Barney Caldas

La ciudad y su arquitectura deberían ser el tema pertinente a la arquitectura del Siglo XXI y por consiguiente el de su enseñanza, sin embargo, es oportuno recurrir a Vitruvius como siempre: el emplazamiento urbano de cada edificio debería inducir su más apropiado proyecto arquitectónico; su función debería ser acorde con su sitio en la ciudad para así poder convertirlo en un mejor lugar, su construcción debería buscar en todo proyecto lo más indicado para molestar menos a sus vecinos y su forma debería estar limitada por todo lo anterior y no solo ser la voluntad de forma del arquitecto; el que debe decidir su método de proyectación: analógico, tipológico, canónico o sus combinaciones.

Responder al cambio climático, al que contribuyen en gran parte las ciudades, sus edificios y sus automóviles, debería ser imperativo en una nueva arquitectura, que además debe ser regionalista. Procurar mucha más iluminación y climatización naturales, especialmente en ciudades del trópico; diseñar cubiertas, planas o inclinadas, que sean eficientes generadoras de energía solar pero bellas; reutilizar en sitio las aguas de la lluvia y las servidas no contaminadas en cada edificio o sector urbano; contar con vergeles en zonas verdes, y con huertos caseros en casas, apartamentos, escuelas y colegios; utilizar materiales, componentes y elementos que tengan la menor huella ecológica que sea posible.

Facilitar el mejoramiento de las instalaciones, y la probable transformación futura de los edificios debería ser uno de los objetivos de todo buen proyecto, y reutilizar al máximo lo ya existente. En lo constructivo diferenciar lo portante, losas y cubiertas, de los cerramientos y las divisiones; pensar en su mantenimiento, tanto en su limpieza como su reparaciones y eventuales reemplazos; permitir un amoblamiento diverso, pero en la medida en que complemente el proyecto no que lo altere; facilitar los probables cambios de uso, ya sean solo en las partes bajas o en uno o todos los pisos; y permitir la renovación de cualquier edificio para evitar su obsolescencia inducida o su demolición.

Es perentorio que se entienda que la arquitectura ya no es solamente un oficio, técnico y artístico, sino una nueva profesión que debe coordinar el trabajo de varios diversos profesionales. Urbanistas y paisajistas, siempre convenientes en el diseño de espacios urbanos públicos y privados; ingenieros de suelos y estructuras con los que se trabaja en varias diferentes etapas del proyecto; ingenieros de instalaciones eléctricas, hidrosanitarias y de comunicaciones, o diseñadores de interiores; profesionales de la construcción y demás trabajadores de la construcción ya sean especializados o no; diseñadores de componentes y elementos de construcción, y de una amplia variedad de muebles fijos.

En conclusión, la enseñanza/aprendizaje de la arquitectura, en tanto una nueva profesión, debería modificarse, lo que ya está ocurriendo, pero habría que hacerlo a fondo y simultáneamente. Desarrollar programas paralelos de urbanismo, paisajismo, diseño de interiores e industrial, y otros; priorizar en los cursos de historia y en los talleres de ejercicios de proyecto los cuatro temas anteriores; realizar visitas a edificios modelo, construidos o en construcción, y viajes de estudio a otras ciudades; trabajar un tiempo largo en reconocidas oficinas de arquitectura una vez finalizado algún pregrado; y que el título de arquitecto sólo sea otorgado una vez terminado después el posgrado en arquitectura.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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