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Somos romanos

“Las civilizaciones, cuando alcanzan a crear ciudades, se dan cuenta de lo importante que es medir y aprovechar el tiempo” (p. 23).

2 de diciembre de 2020 Por: Benjamin Barney Caldas

En las próximas décadas el cambio climático, la disminución del agua dulce y otros recursos y de la biodiversidad de la fauna y flora, junto con la eliminación progresiva de las selvas y bosques, la contaminación de ríos, lagos y mares, los desechos y las basuras, tendrán consecuencias negativas para casi todos en todas partes, aunque en unas más que en otras y que no faltarán los que sacarán provecho de ellas. Calamidades debidas todas a la sobrepoblación, el consumismo, la obsolescencia programada o inducida y el ‘desarrollismo’ miope, las que muchos no ven o no pueden o que prefieren ignorar irresponsablemente, a las que hay que agregar el terrorismo o una guerra o accidente nuclear.

Lo anterior debería llevar a pensar en todo considerando, en primer lugar, que ahora todos somos habitantes de un único planeta aunque en varios continentes y en ellos en diversas regiones en sus grandes ciudades, en las que ya habita la mitad de la población y en muchos países, como Colombia, cerca de las tres cuartas partes. Al mismo tiempo hay que hacer respetar y valorar las diferencias culturales y sus diversas transculturaciones, que tanto enriquecen la vida cotidiana y los viajes que la alimentan, pero sólo en la medida de que no contribuyan directa o indirectamente a alguna de las amenazas planteadas al inicio o a exacerbar los extremismos religiosos o políticos.

Somos romanos, 2019, de Paco Álvarez, un libro muy interesante y divertido, ayuda a entender los párrafos anteriores por lo que también es muy pertinente. “No es una cuestión simplemente de que seamos herederos de Roma, es que somos muy romanos. Más romanos que una película de gladiadores. En cada día, en cada derecho, en cada gesto o frase, en nuestras calles, en nuestras casas, en nuestros ritos” (p. 9). De Roma vienen el calendario y sus días, meses y años; la familia, la educación, la salud, las mujeres, los matrimonios, la religión, el sexo y la muerte; las urbes, las casas y sus muebles; la política, el derecho y la cívica; y especialmente Hispania y Latinoamérica.

“Las civilizaciones, cuando alcanzan a crear ciudades, se dan cuenta de lo importante que es medir y aprovechar el tiempo” (p. 23). A la familia la completaba ‘la prole’, del latín proles, que ya daban tantos problemas entonces como ahora (del latín problema)” (p. 46). “En consecuencia: una casa única con todas las cosas en común [es] el principio de la ciudad y casi el semillero de la República” (p. 57). “Cuando los españoles colonizaron América […] además de la disposición de las ciudades según el ideal romano [de traza ortogonal] trasladaron la magnífica manía romana de construir acueductos” (p.88), y alcantarillados, algunos, como la cloaca máxima de Roma aún en uso (p. 89).

“Cada uno debe amar su patria chica y las calles por donde corrió de niño, y por eso los […] romanos amaban su urbe” (p.107) y “en las ciudades romanas de hace 2000 años ya hay aceras, para que los peatones puedan circular con seguridad y comodidad” (p. 109). “Con sus termas, teatro, anfiteatro, foro, basílica, calles pavimentadas, acueducto, puentes, arcos triunfales y estatuas, cada ciudad era una pequeña Roma [que contaba con más de un millón de habitantes en el Siglo I] y a la vez un centro difusor de la cultura romana” (p. 229) . No en vano: “Las ciudades, desde sus orígenes, son los lugares donde el hombre puede ser más libre, por estar allí más protegidos sus derechos” (p. 273).

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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