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El conocimiento

La ignorancia de lo urbano arquitectónico (junto con la corrupción, el clientelismo, el individualismo y la carencia de autoridad) es sin duda la causa de tantos problemas en esta ciudad...

22 de marzo de 2017 Por: Benjamin Barney Caldas

La ignorancia de lo urbano arquitectónico (junto con la corrupción, el clientelismo, el individualismo y la carencia de autoridad) es sin duda la causa de tantos problemas en esta ciudad, como lo son la movilidad en ella y su imagen, pues, como dice Jean-François Revel (El conocimiento inútil, 1988) “los malos razonamientos tienen frecuentemente como causa las malas informaciones y a partir de ahí se incrustan en la opinión y ya no hay nada que pueda desalojarlos”. Por ejemplo la vulgarización aquí de la arquitectura y el urbanismo ‘modernos’ y ahora la arquitectura espectáculo.

Como dice Mario Vargas Llosa, aunque no se refiere concretamente a la arquitectura, (ya se dijo en esta columna, 10/05/2012), “la popularidad y el éxito se conquistan no tanto por la inteligencia y la probidad como por la demagogia y el talento histriónico”, pues “el valor supremo es ahora divertirse y divertir” (La civilización del espectáculo, 2012). En otras palabras, modas que pronto pasan de moda; flores de un día, extrañas y caprichosas mas no bellas ya que no obedecen a ciertas características que en general se han considerado en el mundo occidental como atractivas, deseables y bonitas.

Y el problema más grave es que mientras los espectáculos pasan esos edificios quedan, ya marchitos, y peor aún cuando los que han quedado, y se han convertido en hitos de la ciudad, se los demuele, como es el caso lamentable de Cali, ciudad en que lo que se ve por todos lados es un caos visual al que sólo salva su bello y contundente paisaje de lomas, cerros, farallones y cordillera y a sus pies un ancho y verde valle, pero que pareciera que poco se aprecia ya que tanto se lo maltrata.

De otro lado “la teoría, es decir la interpretación, llegó a sustituir en muchos casos a la obra misma, a convertirse en su razón de ser, usando el leguaje más abstruso y falazmente científico”, según nos recuerda Vargas Losa que lo había planteado Jean-François Revel en ¿Pourquoi des philosophes? Consecuentemente, la acción y efecto de conocer, pasa a ser un objetivo de primer orden a partir del entendimiento, la inteligencia y la razón implícita en lo natural. En fin, noción, saber o noticia elemental de algo.

Saber qué es lo que distingue a las personas cultas y no apenas eruditas, es decir esas que sólo conocen con amplitud los datos relativos a una ciencia o arte y que, como se dice que decía Frank Lloyd Wright, y también ya se dijo aquí (12/02/2009) han dejado de pensar y solo saben. Por su parte, los que piensan pero no saben, en lugar de quedarse callados deben informarse y preguntar. ¿Pero cómo mantener callados a los que no saben ni piensan? Toca oírlos con paciencia porque eventualmente dan con algo nuevo o importante.

La cultura, por lo contrario, es un conocimiento más amplio de muchas cosas pero que se interconectan. Un conjunto de conocimientos que permite desarrollar un juicio crítico sobre los modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc., como dice el Diccionario de la Lengua Española, DLE. Y, pensaba el filósofo griego Epicteto (Hierápolis, 55 – Nicópolis, 135), sólo el hombre culto puede ser libre; al fin y al cabo era un estoico que vivió parte de su vida como esclavo en Roma.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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