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Dos arquitectos

El caso es que “Wright is right”, como repite la fotógrafo Sylvia Patiño, pero no para tontamente copiarlo sino para inspirarse en su independencia de las vanguardias impuestas.

30 de enero de 2019 Por: Benjamin Barney Caldas

Considerando el imperativo actual de buscar una arquitectura sostenible, es decir, primero que todo de acuerdo con el clima, vegetación y relieve del sitio, y respetuosa del lugar en tanto parte de una memoria colectiva, hay que estudiar a Frank Lloyd Wright. Un maestro cuya arquitectura precisamente trasforma sitios en lugares, como en la gran mayoría de sus muchas casas en Estados Unidos, desde la primera que proyecto para él en Oak Park, en 1889, en Chicago, que se suma discretamente a un lugar junto con las otras que levantó o intervino allí, hasta la última, Taliesin West, en Arizona, de 1937, donde casi basta con ver sus fotografías, e imaginarse el desierto sin la casa.

Y lo mismo hay que decir de muchos de sus más conocidos edificios. El Templo Unitario en Oak Park, 1908, tan austero y respetuoso del existente edificio de correos al otro lado de la calle, completando un lugar, es en su un interior un cálido ambiente lleno de luz. La Casa de la cascada, 1937, que es más que una vivienda, la que hay que visitar para ver como convierte un paraje en todo un lugar, es decir que es arquitectura orgánica y no funcionalista como se muestra en las conocidas fotos desde un ángulo al que hay que desplazarse para poder enfocarlo. El Museo Guggenheim en Nueva York, 1959, son dos de las más entrañables esquinas de ciudad alguna en el mundo. Y Marin Civic Center es sitio y lugar.

Se trata de esa maravillosa y precursora arquitectura en Estados Unidos que, como señala Tom Wolfe en su From Bauhaus to Our House, 1981, que comenzó a ser ignorado por culpa de la oleada de muy buenos arquitectos europeos que llegó huyendo de Hitler e impuso un funcionalismo moderno que a partir de la exposición de arquitectura europea y americana en el MoMA en 1932, organizada por Henry-Russell Hitchcock y Philip Johnson, se volvió esa arquitectura internacional que se extendió, ya vulgarizada, por todas partes ignorando sitios y lugares. Influencia que fue fatal en ciudades con climas sin estaciones y al lado de altas montañas, como es el caso de muchas ciudades andinas.

El caso es que “Wright is right”, como repite la fotógrafo Sylvia Patiño, pero no para tontamente copiarlo sino para inspirarse en su independencia de las vanguardias impuestas. Y ahora aún más que no pasan de ser frívolas modas difundidas por revistas pagadas por las estrellas internacionales del espectáculo arquitectónico y los que en países tan dependientes culturalmente como Colombia los imitan en sus capitales, y los que a su vez los copian burdamente en las provincias ignorando la pertinente arquitectura regionalista y crítica que suele haber en todas partes y que algunos estudiosos del tema han identificado y procedido a su valoración en tanto prototipos a criticar que no modelos para copiar.

Y por eso es que junto a Wright hay que estudiar a Rogelio Salmona, y de la mano de Germán Téllez, Rogelio Salmona/Obra completa 1959/2005, 2006, lo que poco se hace en este país en donde no se valora lo propio a menos de que ya lo haya sido afuera, y eso que las Torres del Parque en Bogotá, 1970, es un conjunto de vivienda que después de medio siglo sigue sin igual en el mundo, y el Centro cultural GGM en la Candelaria, 2003, es un ejemplo de cómo intervenir en un lugar de interés patrimonial sin caer en un pastiche, y la Casa de los huéspedes de Colombia en Cartagena, 1981, es todo un ejemplo de arquitectura respetuosa del lugar y de acuerdo con el clima, vegetación y relieve del sitio.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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