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Ser pillo paga

Hay una frase que circula en las redes sobre el latinoamericano ideal: “Tiene la modestia del argentino, la honestidad del colombiano, la inteligencia del venezolano y la apostura del mexicano”.

21 de julio de 2017 Por: Beatriz López

Hay una frase que circula en las redes sobre el latinoamericano ideal: “Tiene la modestia del argentino, la honestidad del colombiano, la inteligencia del venezolano y la apostura del mexicano”.

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Broma o no, lo de la deshonestidad, como sello de nuestra sociedad está ratificado por los últimos casos de corrupción, sobornos, saqueo de bienes públicos, malabares de la Justicia para tapar e indemnizar a magistrados, políticos y empresarios de cuello blanco. De ahí el slogan ‘ser pilo paga’, que surgió de un programa del gobierno para incentivar a estudiantes, y hoy convertido en ‘ser pillo, paga’.

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El país cargaba aún con el peso del Carrusel de la Contratación, Interbolsa, Saludcoop y Reficar, cuando una noche aparece en televisión el imperturbable fiscal Martínez y suelta la bomba de que a la campaña de Santos entró un soborno por 1 millón de dólares de Odebrecht. La campaña de Zuluaga enfrentaba ya la recepción de coimas de la poderosa empresa brasilera. Trinan los medios de comunicación y se encienden las cloacas de las redes.

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La situación del recién posesionado Fiscal no era fácil. No había pruebas aún de los cargos contra Santos, y él convirtió el rumor en un espectáculo mediático. Todo se iba enroscando como una culebra que amenazaba al propio Fiscal y a personajes cercanos, inmersos en el más grande escándalo de corrupción en Latinoamérica. Pero estalla la bomba en el Centro Andino y Odebrecht pasa a un segundo término.

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La investigación se centra en miembros de un movimiento nuevo: el MRP. Detenciones arbitrarias, protestas frente a Paloquemao. Abogados defensores que descalifican los procedimientos. El Fiscal y la Policía trastabillan. No hay pruebas o las que hay, son meras hipótesis. ¿Qué hacer? Era de esperarse que otra ‘bomba’ mediática mermara la fragilidad de las investigaciones del Centro Andino.

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Entonces surge todo un banquete noticioso: Luis Gustavo Moreno, el fiscal anticorrupción, pillado en USA por la DEA cuando recibía diez mil de dólares del exgobernador de Córdoba Alejandro Lyons por obstruir un proceso de corrupción administrativa. El Andino ya no es noticia.

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Ahora toda la carga es contra este abogado escalador que en 5 años se infiltró en las altas elites de la Justicia y el poder político. Está en La Picota como cualquier delincuente. Para él no habrá casa por cárcel, ni tendrá beneficios así haya aceptado los cargos. Él no pertenece a la elite. Además la Justicia tenía que ser implacable en un momento en que magistrados y altas cortes están tan cuestionados.

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El caso del fiscal Moreno ha producido tal conmoción en los medios políticos, judiciales y periodísticos, que era necesario bajarle volumen. Revienta entonces el caso de los tres magistrados del Meta que recibieron de las Bacrim un soborno de $3.000 millones, pero esto no logra neutralizar la historia del fiscal corrupto.

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Pero ojo, la culebra de Odebrecht aún está viva: la Fiscalía entrega al Consejo Nacional Electoral el voluminoso expediente con tres días de anticipación, para abrir pliego de cargos contra Santos y Zuluaga. Corre el rumor de que han caducado los términos por lo menos el de Santos, entonces ‘resucitan’ el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado.

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Así se mueve en este país el carrusel de la corrupción, como un círculo vicioso que se manipula desde los altos estrados de la Justicia para repartir por cuotas, la espantosa realidad de que en Colombia ‘ser pillo, paga’.