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¡No a la guerra!

En Cali nos tomamos una semana sabática en el Festival Oiga, Mire Lea, para entender por qué Colombia prefiere la guerra y no la paz.

12 de septiembre de 2019 Por: Beatriz López

Mientras vientos de guerra soplan desde Venezuela y Maduro sueña con lanzar a Bogotá un misil ruso, cuando crecen los asesinatos de líderes sociales y surgen atentados contra candidatos políticos; cuando manos criminales prenden fuego a nuestros cerros tutelares y la inseguridad campea en las grandes ciudades, en Cali nos tomamos una semana sabática en el Festival Oiga, Mire Lea, para entender por qué Colombia prefiere la guerra y no la paz.

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Se escucharon voces autorizadas en el tema, como la de Santiago Gamboa, en diálogo con el escritor español Manuel Vilas, cuando afirma que no tenemos identidad y que este es un país de huérfanos, por la violencia recurrente a la que parece condenado.

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William Ospina hace énfasis en el tradicional desprecio por el campesino y en su último libro, ‘Guayacanal’, narra pormenores de la colonización del Eje Cafetero, donde reinó la paz hasta que las corrientes políticas les enseñaron a odiarse y en la mitad del Siglo XX la violencia entre liberales y conservadores degeneró en el corte franela de Desquite y Sangrenegra.

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No se queda atrás GloriaH en la charla con Julián Chang, sobre su libro ‘¿Dónde está mi papá?’. Ella sostiene en el capítulo 16, ‘Sociedad sin padre’ lo siguiente: “Tanto Jorge Iván Ospina como Álvaro Uribe son hijos de la guerra, con pendientes familiares y en ambos casos, con historias parecidas: sus papas fueron asesinados, a uno lo mató la guerrilla en un intento de secuestro y el otro murió parapetado en el interior de una casa en Cali, tratando de evadir al Ejército. Heridas de guerra en dos niños que crecieron con el estigma de la retaliación”.

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Es Paola Gómez, jefe de Redacción de este diario quien con su olfato de reportera nos trae a la realidad de hoy. En diálogo con Olga Behar se refirió a su libro, recién editado por la Biblioteca, donde les da voz a las víctimas de la guerrilla y el paramilitarismo. Estas crónicas fueron publicadas en El País, cuando aún la Paz no era una utopía como es en la actualidad. Son tantas coincidencias de lado y lado, como la persecución a la JEP y la traición al Acuerdo de La Habana de algunos de los comandantes de las Farc, que parece haber un pacto secreto para acabar con el sueño de la paz y el regreso a la guerra.

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Infortunadamente no asistí a las conferencias de Guillermo González, Juan Miguel Álvarez, ni a la de Ángela Becerra, a la que entrevistó Diego Martínez, después de leer en una noche ¡las 800 páginas de ‘Algún día, hoy’!, y que según Juan Carlos Bejarano, se lució con preguntas cortas y precisas, sin robarse el rol de la protagonista, como suelen hacer ciertos presentadores megalómanos. Con esta charla se cerró exitosamente el Festival.

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Pero sí estuve en la de Julio Cesar Londoño en conversación con Alda Mera, sobre los artificios del cuento. Felicité a Alda, por tener la valentía de enfrentarse a semejante prestidigitador de la palabra. La entrevista fue deliciosa, llena de ese humor negro que lo caracteriza. Pero me pareció fuera de contexto, el comentario de mala leche que hizo de Medardo Arias.