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Feria sin lentejuelas

El alcalde Ospina está hoy en el ojo del huracán al proponer que la 63ª versión de la Feria de Cali sea virtual este año, a causa de la pandemia y, cuyo costo de $11.336 millones lo consideran un derroche, en momentos en que la ciudad requiere soluciones urgentes.

5 de noviembre de 2020 Por: Beatriz López

El alcalde Ospina está hoy en el ojo del huracán al proponer que la 63ª versión de la Feria de Cali sea virtual este año, a causa de la pandemia y, cuyo costo de $11.336 millones lo consideran un derroche, en momentos en que la ciudad requiere soluciones urgentes.

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Nadie discute los motivos altruistas del Alcalde cuando afirma que tal inversión se justifica ya que artistas, bailarines, músicos, diseñadores de vestuario, escenógrafos y demás personas vinculadas a la industria cultural y creativa, “necesitan un salvavidas para sobrevivir”.

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Pero, acaso la salsa que es parte de la idiosincrasia caleña, ¿necesita lentejuelas, plumas, trajes costosos, para proyectar su fuerza lúdica? En nuestros barrios marginales y hasta en Juanchito, vemos bailarines que, sin canutillos, ni disfraces de satín, hacen enmudecer a propios y extraños con sus pasos delirantes y mágicas acrobacias.

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O sino, que lo digan Gloria Castro, Amparo Sinisterra, Andrea Buenaventura y Luz Adriana Latorre, las cuatro directoras de orquesta, que han hecho posible que la Cali invisible y marginada haya encontrado en el baile, “un salvavidas para sobrevivir”, un motivo para perpetuarse y no morir en manos de pandillas o caer en la delincuencia.

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Gloria Castro dirigió la Escuela Departamental de Danza y fundó Incolballet en 1960. En 1962 viaja a Italia y el contacto con la cultura europea cambió de forma radical su visión de la danza. Lo que acrecentó en la Unión Soviética, al palpar con las grandes figuras del ballet ruso, su inimitable esencia. Regresa a Cali en 1970 e inicia la tarea de profesionalizar el ballet, vinculando a miles de niños de barrios populares que hoy son figuras mundiales.

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También Amparo de Carvajal, exdirectora de Colcultura y presidenta de Proartes ha jugado un papel esencial en el desarrollo de distintas vertientes del arte en Cali. Su gran aporte es la creación de la Bienal Internacional de Danza de Cali. Por su parte, Andrea Buenaventura internacionalizó la salsa, le dio estatus y la vistió de gala, en ese sitio mágico que se llamó Delirio. La mayoría de sus artistas vienen de la Costa Pacífica y de los barrios populares.

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Imposible no mencionar a Luz Adriana de la Torre, exdirectora de la Feria de Cali, quien por espacio de 8 años, no solo la hizo viable económicamente, al dejar la última feria con cerca de $400.000 millones para la ciudad, sino que al vincular artistas del exterior, la convirtió en referente mundial para el turismo decembrino.

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Sugiero al alcalde Ospina, que ha manejado con tanto acierto la pandemia, que destine los $11 mil millones en seguridad, en erradicar el hambre pospandemia en los tugurios de la periferia, que visite las calles rotas y los canales, donde proliferan las plagas de Egipto, incluyendo el ‘Coronavid’ y, elija sitios como el Pascual Guerrero, Centro de Eventos y Bello Latir en Aguablanca y, haga la Feria virtual allí, sin público, con las 56 escuelas de salsa, bailarines en traje deportivo, orquestas y cámaras multimedia, sin montar las 20 tarimas para conciertos en las comunas.
¿Quiere aumentar el coronavirus?

Recuerde que los caleños no necesitan escenarios para rumbear. Mire lo que sucedió en el Halloween. En lo económico, la danza es un lenguaje universal que no requiere disfraces ni derroches.