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El Río

Acabo de terminar uno de los libros más apasionantes que he leído...

8 de septiembre de 2010 Por: Beatriz López

Acabo de terminar uno de los libros más apasionantes que he leído sobre el Amazonas. Su autor, Wade Davis, nos lleva de la mano al misterioso y otrora inexpugnable mundo de la selva, donde hoy conviven misioneros, chamanes, narcotraficantes, guerrilla, contrabandistas y aventureros de todos los pelambres. ***Otro que quedó deslumbrado con ‘El Río’ fue Antonio Dorado, director de cine caleño, quien, después de leerlo, decidió adentrarse en el río sagrado de los desanas, los barasanas, los tucanos y los macunas: el Apoporis, justo el día en que los secuestrados rescatados en la Operación Jaque, navegaban por el Río Negro hacia su libertad. Dorado realizó un bello documental que exhibió en el pasado Festival de Arte y que todavía estamos esperando. ***Wade Davis, antropólogo, PH.D de la Universidad de Harvard en etnobotánica, es autor de varios libros, entre ellos ‘La serpiente y el arco iris’, en el que describe los venenos suministrados en Haití a los zombies. Davis era alumno de Richard Schultes, director del Museo Botánico de Harvard, quien pasó l2 años en la selva amazónica recolectando plantas y estudiando las costumbres de los indígenas de Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Venezuela y, especialmente, de Colombia. ***Durante la Segunda Guerra el Gobierno norteamericano, ante la necesidad de obtener materia prima para la elaboración del caucho con destino a la fabricación de llantas de aviones y demás vehículos de combate (el monopolio estaba centrado en Asia), envió a Schultes al Amazonas a estudiar las distintas especies de caucho de la selva colombiana. ***Wades, con una obsesión similar a la que tuvo Schultes con su antecesor en el estudio de la Amazonía del inglés Richard Spruce en 1849, y de éste con Humboldt, recorrió los mismos sitios de su viejo profesor en la Colombia de los años 40, cuando Bogotá tenía tranvía y en Amazonas todavía quedaban huellas del trato inhumano infligido por los dueños de la Casa Arana (¿recuerdan la Vorágine?) a los indígenas o siringueros que recolectaban el caucho. ***Sin demeritar la extraordinaria contribución de Schultes a la ciencia, con el descubrimiento de plantas nativas que hoy son elaboradas por laboratorios multinacionales en la curación de muchas enfermedades (la utilización del curare como anestésico) y el respeto reverencial por las costumbres de las distintas etnias que poblaban la Amazonía, creo que el gringo no sólo era adicto a la cocaína sino que consumía todos los alucinógenos que usaban los indígenas en sus rituales sagrados como el yagé. El científico estuvo a punto de morir varias veces, no sólo por los ataques de malaria sino por probar un bebedizo de caapi y yopo, peligrosos alucinógeno que consumían los guahibos del Meta. *** Hace algunos años leí ‘Mama Coca’, escrito por un periodista norteamericano donde afirmaba que los integrantes de los Cuerpos de Paz fueron los que enseñaron a los colombianos la elaboración de la cocaína. A juzgar por la gran atracción de los botánicos de Harvard por las drogas alucinógenas de la Amazonía colombiana y la marihuana dorada de Santa Marta, su difusión fue la que lanzó a nuestro país en la vorágine del narcotráfico.