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Tenemos Nobel

Hace dos décadas, estando en Cali, siendo directora de Colcultura, recibí una...

12 de octubre de 2010 Por: Aura Lucía Mera

Hace dos décadas, estando en Cali, siendo directora de Colcultura, recibí una llamada: “Tenemos Nobel, Gabo se lo ha ganado. Hay que hacer algo en Estocolmo”. Dicho y hecho, lo logramos con un equipo imbatible formado por José Vicente Kataraín, Gloria Triana, Carlos Ordóñez y Juan Vitta, el mejor recibimiento que Nobel alguno ha tenido en la gélida ciudad de los fiordos. Su principal periódico tituló al día siguiente en primera página: “Colombia nos ha enseñado cómo se recibe un Premio Nobel”. Representantes de lo mejor de nuestro folclor, ‘Toto’ La Momposina, La ‘Negra Grande’; muestras de los mejores pintores, Obregón, Botero, Grau... en fin, sería largo enumerar, pero lo saco a colación porque el jueves 7 Madrid se sacudió con la noticia literaria. “Tenemos Nobel”. En efecto, Mario Vargas Llosa, quien también posee la nacionalidad española, había sido el merecedor del galardón de las letras. Este premio a Vargas Llosa me emociona como latinoamericana. Me emociona porque su mejor obra fue precisamente una que nunca volvió a circular, titulada ‘Historia de un Deicidio’, donde analizaba y diseccionaba prodigiosamente la obra de García Márquez. Lamentablemente para los amantes de las letras este libro salió de circulación por la pelea -se dice de faldas- entre Vargas Llosa y García Márquez, por la cual se abofetearon, insultaron y rompieron ad eternum una amistad que era casi una hermandad. Hermanos de periodismo, afugias económicas en la época parisina en que ambos se iniciaban en el complejo mundo de la literatura, hermanos del boom de letras que llevó al mundo entero las obras de escritores latinos como José Donoso, Sábato, Juan Rulfo, Cortázar, Fuentes, acabando con el mito de que sólo la Europa culta sabía cómo escribir. Estos monstruos irrumpieron en el universo de las letras como una tempestad en el mar pintada por Turner, arrasando con el oleaje del realismo mágico todas las estructuras cuadradas y cimentadas de la literatura del Viejo Continente. Fue un remezón que renovó el horizonte y abrió las puertas para otras generaciones de escritores nacidos a este lado hispano del Atlántico y que jamás habían sido tomados muy en serio. Personalmente me quedo con las primeras obras de Vargas Llosa. ‘Conversaciones en la Catedral’, ‘La Casa Verde’, ‘La Ciudad y los perros’ y cambiando de tono con el surrealista ‘Pantaleón’. Admiro su obra monumental, su vocación única de escritor, su disciplina. Su capacidad para mezclar la fábula y la imaginación con sucesos reales, históricos, truculentos. Me parece que perdió un poco el rumbo al dedicarse a la política. No quiero decir que haya sido deshonesto consigo mismo. Digo que en mi opinión perdió un poco su fuerza. Tampoco me gustan su vedettismo y su afán incontrolable de figurar tanto en Hola como en los panteones literarios. Su próximo libro sale a comienzos de noviembre. Es ‘El sueño del Celta’, en el que narra la vida de Roger Casement, el cónsul británico que denunció las atrocidades coloniales en el Congo y la Amazonía. No dudo será una obra dura, impactante y sin concesiones, como todas las suyas, cuando no deja entrever su otra faceta, la del humorista fino que describe con cinismo y agudeza las barbaridades del trópico. Como escribió en El País de Madrid Juan Luis Cebrián, la Academia Sueca esta vez se premia a sí misma. Sí. Tenemos Nobel. Esta vez el hermano Perú está de fiesta. No dudo que lo celebrarán como cuando Macondo viajó a Estocolmo. Lástima que los dos ex hermanos de letras, cultura y premio no se vuelvan esta vez a abrazar. Sería la ocasión ideal. Sería un premio para colombianos, peruanos y españoles. ¿Mucho pedir?

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