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Regreso a casa

Nadie entiende por qué algunos prefieren seguir viendo sangre derramada antes de dar su brazo a torcer

4 de diciembre de 2017 Por: Aura Lucía Mera

Termino mi periplo ecuatoriano con una mezcla de sentimientos. La alegría de volver, abrazar hijos y nietos, preparar el pesebre que siempre lo hago con los sobrados del que elaboraba mi mamá , un niño que le falta un brazo, una oveja gigante que no cuadra, varias casitas diminutas, la chorrera de agua de plástico azul que cae en un lago que es un mini espejo, lucecitas y los retratos de mi papá, mi hermana María Cristina y Mamama. A ellos dedico esta simbología porque precisamente ella, la mamá, se fue un 24 de diciembre.

Regreso con la alegría de ver a mis amigotas de siempre, las reuniones con ‘el amigo secreto’ como invitado especial, las luces de los árboles de la Circunvalación, y la expectativa de la Feria Taurina que este año se nos viene con los mejores carteles y una estupenda selección de ganaderías bravas.

Pero siempre, al decir adiós a Quito y sus alrededores, a sus volcanes nevados y majestuosos, a sus etnias orgullosas de sus tradiciones, a esos amigos que se convirtieron en familia extendida desde hace tantos años, siento que una parte del corazón se me desgarra un poco y que parte de mí se queda en el equinoccio. El domingo pasado, al contemplar la súper luna desde la terraza del Hotel Quito, recibí el mejor regalo de este país. Toda la majestad del universo y su energía, brillando en una noche limpia llena de estrellas. No puedo pedir más.

Me despido de Ecuador viendo que se respira un nuevo aire político, que su presidente Lenín Moreno está comprometido con la reconciliación, con dejar atrás esa polarización salvaje, con acabar la corrupción política que desangró el país durante tantos años con la dictadura disfrazada de democracia de Rafael Correa, que por soberbio y resentido perdió la oportunidad de ejercer un gobierno más equitativo pero respetuoso y acabó, como se dice, hasta con el nido de la perra. Ya volvió la libertad de expresión. Ya los medios de comunicación pueden expresarse sin mordazas ni amenazas. Ya las caretas están cayendo al suelo y la verdad está saliendo al flote.

Correa llegó por pocos días para detener la ‘Consulta’, convencido de que el pueblo entero lo aclamaría, pero le sucedió lo que a ese emperador de la leyenda: lo vieron desnudo, lo desenmascararon, le negaron entrevistas y recintos y lo devolvieron a Bélgica a vivir como un emigrante más, eso sí con los bolsillos repletos, me imagino, no me vaya a demandar.

Me gusta este país que tiene cojones. Que cuando dice basta es basta y que le está otorgando la oportunidad a Moreno de cambiar las barbaridades de su antecesor, y no dejarse manipular como el títere que se creía iba a ser.

Me gusta este país porque no existen cinturones de miseria, porque se respetan las costumbres y las diferencias étnicas, porque su belleza natural no tiene rival, porque la amabilidad de su población es ilimitada. Nunca he entendido a los colombianos que prefieren irse de shopping a ‘mayami’ y jamas han pensado que este país vecino y lleno de magia, les queda al alcance de la mano y del bolsillo de cualquier ciudadano.

Nadie entiende en Ecuador por qué en Colombia una minoría fundamentalista y caudillista prefiere torpedear el Proceso de Paz y poner palos en la rueda. Nadie entiende por qué algunos prefieren seguir viendo sangre derramada antes de dar su brazo a torcer. ¡Qué vergüenza!

P.D: Me entero de que Juan Camilo Restrepo tiró la toalla con el ELN. Mi pregunta es simple: ¿Por qué se la dieron, si desde el comienzo se sabía que no iba a ser capaz?

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