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Recuperando el hilo

Desde hace años veníamos hablando del tema. En cada ocasión familiar, donde...

5 de marzo de 2013 Por: Aura Lucía Mera

Desde hace años veníamos hablando del tema. En cada ocasión familiar, donde más de un Becerra nos encontrábamos, prometíamos organizar un encuentro con todos los miembros de esta tribu fuerte, extravagante, llena de humor, descendientes de don Manuel Becerra y Becerra y Adelina Cabal Galindo, padres de Carlos Becerra Cabal, cuya prole es la que seguimos reproduciendo con el nacimiento de hijos, nietos, biznietos, y todo lo que implica esta explosión demográfica, hasta convertirse en una tela de araña enorme, casi imposible de aglutinar.Años en estas. Recuerdo cuando los tíos y mi mamá estaban vivos. Reuniones con brindis, discursos, alcohol, abrazos y peleillas que terminaban con la promesa de la reunión colectiva. Todos se marcharon a dimensiones desconocidas donde espero encontrarlos algún día -Carlos Alfonso, Jesusita, mi mamá, Camilo, María Emma, Cilia, Guillermo, Hernando Becerra Cabal ya no nos acompañan. Nos queda la tía Blanca, quien desde Cartagena o Cali nos sigue aglutinando con su energía inagotable. De cada uno se podría escribir un libro. El abuelo Carlos, fundador del Ingenio Providencia, senador en repetidas ocasiones, dotó a Palmira de agua potable y luz eléctrica. Renunció a la política cuando Colombia se vendió a EE.UU entregando el Canal de Panamá. Íntimo amigo de liberales como Alfonso López Pumarejo, lo que le costó la enemistad de Laureano Gómez. Hombre honesto, que no terminó estudios pues regresó a Palmira a trabajar la tierra, y se inició con una recua de mulas que viajaban a Buenaventura llevando y trayendo mercancías.Al fin lo logramos. Más de 50 descendientes nos reunimos en Anapoima en casa de Kiko Becerra, organizador de este encuentro. Tres días de convivencia divertida, emotiva, que nos descubrió sorpresas con las que no contábamos.Una fue descubrir, fruto de investigación de Kiko Becerra y Manuel Rodríguez Becerra, que el apellido es judío. Que en la época de Fernando VII cuando se originaron los apellidos, y así de Álvaro salía el Álvarez, de Gonzalo el Gonzalez, etc., a los moros o judíos que se convirtieran a la religión católica, so pena de que los echaran a empujón de tierras españolas, y juraran quedarse en España como practicantes de su nuevo credo podrían hacerlo si escogían el nombre de un animal para llevarlo como apellido. De allí somos Becerra, desde Fernando VII porque renegamos de nuestro origen. Así como los Cabrera, Toro, Gallo, Cordero. Otros podían escoger nombres de cosas: los Arboleda, Casas, Flores, o pueblos de origen como Navia, Piedrahíta, Mera.El verdadero apellido de nuestra tribu fue Neguel que significa becerra en hebreo. Ya desde 1600, después de haberse salvado del exilio y la santa inquisición, afincarse como personas de bien en Extremadura y Galicia, recibir escudo (con dos becerras incrustadas naturalmente), decidieron algunos hacer la América y atracar en nuestro continente. El primer Becerra llegó a Cartago a finales del Siglo XVII y desde entonces pudimos ir recuperando el hilo de esta madeja misteriosa. Cartago, Buga , Roldanillo fueron los lugares escogidos. En un viaje a España visité Cáceres donde se encuentra la Casa-Museo Becerra, recorrí sus recintos y me recosté en esos muros llenos de historias que jamás conoceré, para sentir, así fuera a través de las piedras y ladrillos, esa energía, esa sangre que palpitó siglos antes y que también es la mía. Sería lindo retomar esta reunión de 50 Becerras. Fue algo que jamás entrará en la página del olvido, y como compartió uno de la tribu, “tenemos que seguir pasando la antorcha a las nuevas generaciones, es nuestro hilo conductor, no la dejemos desperdigar en las arenas movedizas del olvido”. Ahora quiero saber más de los Neguel cuando no se habían ‘convertido’ para poder vivir. A ellos pertenecemos todos los Becerras de América. Una historia para escarbar.

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