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¿Quién toma la antorcha?

Sabía que Alba Stella estaba mal. Hace bastante tiempo. Pero su estoicismo era más fuerte que sus dolores. Siempre sonriente.

25 de febrero de 2019 Por: Aura Lucía Mera

Sabía que Alba Stella estaba mal. Hace bastante tiempo. Pero su estoicismo era más fuerte que sus dolores. Siempre sonriente. Lo que sucedía dentro de su cuerpo no tocaba su espíritu rebelde, indomable, luchador y osado.

Tuvo que enfrentarse a muchos políticos y burócratas que veían en ella a ‘la monjita de Aguablanca’ y muchísimas veces le cortaron alas, presupuestos, proyectos... solo porque a lo mejor no recibían tajada o no salían en la foto como protagonistas de la caridad.

Alba Stella luchó contra viento y marea. No comparto el apodo o el calificativo de ‘Ángel de Aguablanca’. Ella jamás concibió el paternalismo asistencial disfrazado de caridad con el que acallan la culpabilidad y la explotación muchísimas fundaciones y proyectos de empresarios sobre responsabilidad social.

Alba Stella fundamentó su trabajo en proyectos viables, resultado de estudios, investigaciones y vivencias. Para ella la justicia restaurativa era uno de los pilares de la resocialización de esa juventud marginada, señalada, estigmatizada e incomprendida.

Alba Stella Barreto no fue una monjita más. Fue una luchadora. Enfrentada a políticas burocráticas, a politiqueros rastreros, a empresarios con chequeras largas y mentes cortas.

Su trabajo, que es una propuesta para devolverle la dignidad a los marginados por la misma sociedad excluyente y miope, es algo que si existe voluntad política, menos egoísmo y deseo de brillar, puede sentar las bases en todo el país, incorporado a las políticas de salud pública, de familia, de educación e inclusión.

Ojalá alguien tome su antorcha, que más que antorcha fue un fuego interior salvaje que motivó su vida, su inteligencia brillante, su independencia intelectual y su terquedad y tesón para sentar bases sólidas en la resocialización y futuro de los estratos más vulnerables, muchas veces tratados como semovientes que ubican y desubican, hacinan en ‘apartamentos’ inhabitables y empujan hacia la desesperanza porque son considerados un lastre en lugar de fuentes de creación, cultura y aportes importantes.

Hablamos muchas veces. Fui confidente de sus frustraciones y peleas contra molinos de viento burocráticos. Nunca se resignó. No cedió ante amenazas ni intimidaciones. Su ejemplo caló en los jóvenes que decidieron cambiar, simplemente porque veían su pasión, su entrega y sus convicciones.

No se trata ahora de llorarla ni elevarla a ninguna nube celestial. Fue una mujer con un par de cojones que se enfrentó a la realidad más dura, la vivió, se integró y formó parte de la marginalidad, porque ella quiso vivirla en carne propia para saber qué se podía cambiar.

Ojalá su vida no haya sido en vano. Ni su muerte callada.

Alba Stella fue una revolucionaria sin más armas que sus convicciones y sus actos. Incómoda muchas veces. Pero siempre respetada. No se trata de llorarla sino de continuar su labor con políticas públicas y acciones concretas.

***

P.D.:
Alba Stella, deja a los ángeles seguir tocando la lira. ¡Tú sigue incomodando para que esos jóvenes no pierdan su razón de vivir y no permitan que nadie les arranque de nuevo su dignidad!
Me vas a hacer falta. Amiga revolucionaria en el amor. No permitas que esta ciudad amnésica, patriarcal y egoísta se olvide de ti acomodándote en un nicho cualquiera de santidad.

¡Tu lucha tiene que seguir!

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