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Mi periplo

En eso recibí un WhatsApp de un grupo de amigas informando que en el Coliseo María Isabel Urrutia estaban vacunando a personas de régimen subsidiado y contributivo. Eran las 12:30 y cerraban a la 1:00 en punto

22 de marzo de 2021 Por: Aura Lucía Mera

Confieso que dude mucho si vacunarme o no. Al fin accedí, creo que por darle gusto a mis hijos, más que por convencimiento personal. Se llegó el día. Me llamaron por teléfono el domingo 21 muy de mañana a confirmarme que me esperaban en una sede de Coomeva EPS en la 5 B con 42. Listo el pollo. Una de mis hijas me recogió y nos lanzamos a la aventura.

Al llegar a la sede Coomeva entré en pánico. Una cola de una cuadra a pleno sol. Mi hija entró a ver cómo era. Una casona vieja llena de gente haciendo turno y otras más sentaditas esperando los quince minutos reglamentarios para descartar un patatús. Aglomeración, encierro, escasa ventilación. Decidí no entrar. Me pareció antihigiénico.
Distanciamiento social nulo. Ventilación nula. Me negué.

En eso recibí un WhatsApp de un grupo de amigas informando que en el Coliseo María Isabel Urrutia estaban vacunando a personas de régimen subsidiado y contributivo. Eran las 12:30 y cerraban a la 1:00 en punto.
Alcanzamos a llegar con el tiempo justito.

Quedé deslumbrada. El orden, la organización, el espacio lleno de luz y ventilación. Dos hileras de sillas en fila, con suficiente distancia para que las personas esperaran cómodas, una fila para régimen subsidiado, otra para contribuyentes. Observé que la prioridad era para el régimen subsidiado.

Voluntarias con chalecos verdes, pertenecientes a Asoursso, Asociación de Usuarios de Salud Sur Oriente, amables, colaboradoras, respetuosas, indicaban en que mesa deberíamos llenar los formularios para después dirigirnos a los puestos designados y recibir la dosis de la China.

Las encargadas del ‘chuzón nos explicaban a fondo de qué se trataba, mostrando la dosis del frasquito, la jeringa recién desempacada y estéril, mientras llenaban el carnet. Posteriormente, al fondo del coliseo, las sillas para esperar los quince minutos reglamentarios, tomarnos la presión, meter el dedo en el oxímetro y darnos de alta. La salida por otra puerta diferente que daba a los parqueaderos.

Repito, quedé deslumbrada. Orden, eficacia, y amabilidad. Gran diferencia con otros lugares de EPS.

Felicitaciones a los gobiernos Departamental y Municipal. Dar prioridad a la población más vulnerable me parece el mayor acierto. Y la colaboración de las mujeres de Asoursso, definitiva. El único punto negro es el desorden de muchos usuarios, que creen que empujando y queriéndose colar los van a atender más pronto. No faltó el que alzara la voz y mirara con odio al de adelante. Esa es nuestra idiosincrasia, menos mal debidamente controlada por los encargados de la logística.

Infortunadamente en otras EPS de Colombia -leer la experiencia de la escritora y periodista Piedad Bonnet con sus padres en Comfenalco/Bogotá, en El Espectador del domingo pasado- es inaceptable. Carencia de espacios adecuados y protección. Les invito a que adquieran lugares más adecuados. Precisamente para proteger a los que acuden en busca de protección.

También sé que en el Centro de Alfaguara la organización es perfecta.
En fin. Ya quedé ‘chuzada’, consciente de que tengo que seguir usando el tapabocas, lavarme las manos, utilizar alcohol y restringir mis salidas a lo necesario. Igualmente evitar reuniones sociales numerosas y escoger a quién veo o no veo. Ya depende de mí. El virus sigue rondando campante. Me angustia ver cómo Cali se destapó como si no estuviera pasando nada y los contagios aumentan. Desde la ventanilla del carro observo aglomeraciones, caras al aire o con el tapabocas por debajo de la nariz. Buscando lo que no se les ha perdido pero lo van a encontrar.

***

PD. Tragedia absoluta. La fuerza del agua imparable, arrasando lo que encuentra a su paso. En una ciudad que en todos sus años de existencia no ha podido o no ha querido revisar y ampliar sus sistemas de drenaje y prevención. Cada año lo mismo. Fotos, videos de barrios arrasados, el jarillón al tope, los árboles encima de las casas, los postes de la luz caídos, en fin. Esperemos a las fotos del próximo año, ¡esa es nuestra noria!

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