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Los números no tienen corazón

No de otra manera me puedo explicar la decisión de Editorial Norma,...

20 de septiembre de 2011 Por: Aura Lucía Mera

No de otra manera me puedo explicar la decisión de Editorial Norma, ya posicionada en el mundo de los libros como una de las mejores de Latinoamérica, tanto por la selección de sus autores como por sus impecables publicaciones. Estoy de duelo. La cultura sigue siendo la Cenicienta de todos los paseos, tanto a nivel del Estado como de los intereses empresariales. Si la lectura no aporta dinero, pues que se acabe la lectura. No importa que escritores y poetas queden al garete y en el aire. No importa que el mercado editorial en Colombia se encoja como un trapo de lana que se mete en una secadora. Eso no importa. Lo que importa, lo único que importa, son los números. Las ganancias.Creo, y a menos que me convenzan de lo contrario, seguiré creyendo que un conglomerado empresarial, de la tradición, empuje, honestidad y garra como Carvajal, se podía permitir un descenso numérico en sus rendimientos editoriales. Un país sin editoriales serias es un país que se achica, que se viene a menos, que decide de repente que no importa la buena literatura. Ejemplo contrario lo está dando Editorial Panamericana con Conrado Zuluaga a la cabeza, quien cual Quijote, idealista, apasionado por las letras, está empeñado en ampliar su gama editorial, saliéndose de los parámetros de literatura infantil y escolar, para abrir el abanico a nuevos escritores y ampliar su espectro cultural.Me duele por partida doble. Por ser Carvajal una empresa gestada en Cali, por un visionario como Manuel Carvajal Sinisterra. Por ser Norma su marca cultural, porque amo los libros y siempre que compraba uno editado por La Otra Orilla, me sentía orgullosa de pasar esas páginas y deleitarme con los autores escogidos: Gabo, Héctor Abad, Evelio José Rosero, William Ospina, entre otros. Sus carátulas, la textura de su papel, el tamaño de la letra. Todo el producto que llegaba a las manos del lector era suave, seductor, prometedor de algo mágico y único. No me resigno a su desaparición. Es como si a la Sinfónica le mutilaran todos sus instrumentos de cuerda y la dejaran sólo con el tambor y los platillos con la disculpa de que suenan más fuerte y que atraerán más publico.Colombia de duelo. Nos quitaron una bandera cultural que era orgullo internacional. Todo por los números, que nos esclavizan y nos mantienen como borregos atados a una sociedad consumista de idioteces, capitalista inmisericorde. Imagino que no todos los socios del conglomerado Carvajal están contentos con esta decisión. La mayoría son amantes de la cultura y están por encima de mero rendimiento económico. Ojalá esta decisión tenga marcha atrás. De lo contrario, pues a rumiar rabia y frustración. La Otra Orilla desapareció en el derrame de petróleo.Ojalá también que editoriales pequeñas, amantes de la buena literatura, convencidas que sólo la lectura civiliza y desasna a la gente, que sólo por medio de la educación pararemos la violencia, y que un libro deja más que mil lecciones de geografía, que los libros son los que han dado los giros importantes en la historia, recojan esta bandera caída, y sigan en el empeño editorial. Ya Panamericana está dando ejemplo. Esperemos que no se diluyan los visionarios, los idealistas, los luchadores de las letras.No tengo nada en contra del Pato Donald, ni de ningún cuento infantil. Gracias a ellos me inicié en la lectura y me abrieron horizontes ilímites. Pero Editorial Norma nunca debió reducirse a esta gama, ni perder su norte ni su prestigio como Editorial de escritores de verdad. Me uno al duelo. Muchos no compartimos esta manera de pensar. Los números, en cuanto a la cultura, deberían tener un poquito de sensatez y corazón.P.D. Ojo con Useche y su aspiración a la Gobernación. Nos acabaremos de desbarrancar. Un poco de reflexión. No es mucho pedir, por la salvación del Valle del Cauca. Y si no somos capaces de reflexionar, pues no tendremos el derecho, jamás, de volvernos a quejar.

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