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Los ángeles del infierno

Consuelo Bohórquez, doctor Juan Carlos Tróchez, María Cecilia Hincapie, Betty de la...

13 de diciembre de 2011 Por: Aura Lucía Mera

Consuelo Bohórquez, doctor Juan Carlos Tróchez, María Cecilia Hincapie, Betty de la Rosa, Nelsida, Julián, Delida. Los vi en un noticiero revoloteando como mariposas, ellos sí alrededor del fuego, en el pabellón de niños quemados del Hospital Universitario del Valle. Verdaderos ángeles de la guarda en el infierno. Una cosa es escuchar en las noticias o ver las fotos en los periódicos de esas criaturas envueltas en gasa y yeso, como calabacitas blancas sólo con una hendidura a la altura de los ojos y la boca y un roto para la nariz, y otra muy diferente ingresar al pabellón. Nadie se queja, porque generalmente sus voces no salen a través de las vendas. Muchos están sedados. Piernas y brazos, algunos apenas aprendiendo a moverse por la vida, envueltos en vendajes que los hacen parecer como muñecos de mazapán o fantasmitas. Sin embargo, no es todo culpa de la maldita pólvora. Sí. La pólvora causa estragos, y diciembre, en vez de ser el mes de los niños, en el que se conmemora el nacimiento de Jesús, es el de las pesadillas infantiles. Pieles desgarradas, rostros desfigurados, pies mutilados. Muñecos de felpa manoseados a veces acompañan las cunas. Algunos libros también rotan, de cuna en cuna y así estas calabacitas se sumergen por un rato en el mundo de Disney o sueñan con el hada y la varita mágica. Los más grandes, cuando pueden, en sillas de ruedas se mueven hasta el saloncito donde está la televisión.Pero mientras ellos sueñan, encarcelados en sus propios cuerpos, este equipo que no conoce horarios o fatigas, vela para hacer más llevadero este infierno de pieles desolladas envueltas en esos vendajes infinitos. La pólvora es sólo una de las maldiciones. La mayoría de los casos son fruto del descuido, la pobreza y la ignorancia. Hace una semana llegó un bebé indígena con sus genitales carbonizados. La causa: una vela encendida cerca de la cuna, ya que en su vereda no hay luz eléctrica, y la mamá es una joven analfabeta con cinco niños más. Igual pasa con ollas de agua hirviendo mal puestas, vasijas con aguadepanela, café, manteca... Por eso es esencial que se le dé la debida importancia al Manejo Integral del Menor Hospitalizado, Mimhos, que comprende el componente educativo para las madres y el restablecimiento de los Derechos vulnerados de los niños.Los adultos comparten el mismo pabellón. Muchos son adictos al bazuco que por robarse el cobre de los cables eléctricos se electrocutan. Otros, mujeres que manipulan mal los líquidos que hierven, ancianos que se tropiezan con velas, gases tóxicos que explotan. También padecen el infierno de sus pieles deshechas.Hasta hace poco las mamás no podían dormir ni acompañar a sus hijos. Tenían que pasarse la noche en vela, sentadas en las frías escaleras del Hospital. Afortunadamente hoy cada cubículo cuenta con colchoneta y ropa adecuada para que puedan pernoctar y cuidar sus bebes.Pero a pesar de ese trabajo titánico de los ángeles en el infierno, como los llamo yo, el pabellón es de los más descuidados del HUV. Más mármol y comodidad tiene la morgue. Podrían, si quisieran, convertir este pabellón del dolor silente, en algo alegre, con juguetes, colores, mesas de noche sin oxidar. Los niños lo merecen. Las madres también merecen educarse. Hay que cerrar la brecha, y no contentarnos con ver el sufrimiento del infierno por televisión.De nada valen villancicos, árboles con nieve en pleno trópico, papás Noel con trineos, si niños de todas partes del Valle, sin recursos, yacen como lázaros llenos de vendas, inmóviles y con sus pieles desbaratadas. A ver si el Hospital se pellizca y antes del cambio de mando en el Departamento, entrega ese pabellón infernal como un modelo de limpieza, amor y dotación nueva. A los ‘ángeles del infierno’, mis respetos, admiración y amistad incondicional. A los niños, bebés y adultos, sufrientes, toda mi solidaridad.

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