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Jorge, el amigo por excelencia

Recuerdo los años efervescentes previos a los Juegos Panamericanos. Cali había obtenido...

27 de septiembre de 2011 Por: Aura Lucía Mera

Recuerdo los años efervescentes previos a los Juegos Panamericanos. Cali había obtenido la sede gracias a la insistencia quijotesca de Alberto Galindo, Alfonso Bonilla Aragón, Nicolás Ramos y Jorge Herrera. La noticia llegó desde Winnipeg y los caleños se alzaron en alboroto festivo. Llegaba la oportunidad de convertir a Cali en la capital deportiva de Colombia. Llegaba la única real oportunidad de transformación. Decirle adiós a la ciudad parroquial y campesina, y saltar en garrocha hacia el futuro, no solamente deportivo, sino cultural y empresarial.Se empezaron a afilar las baterías. La Unidad de Acción Vallecaucana, liderada por Alfonso Bonilla Aragón, se convirtió en el eje ideológico de todos los proyectos. Jorge Herrera Barona tomó la dirección de la batuta y con Alfonso, partieron, por así decirlo, la historia de Cali. Fueron casi cuatro años de trabajo incesante, donde todo el equipo se movía al unísono, porque la meta era la misma. Salir airosos del compromiso, empujar la ciudad y catapultarla hacia el futuro. Sería muy largo enumerar todas las realizaciones, recordar las anécdotas, resumir esa experiencia única y maravillosa de haber formado parte de ese equipo triunfador. El resultado fue una Cali líder en civismo, deporte, hotelería, instalaciones universitarias, aeropuerto internacional y vías de expansión.Cali se convirtió en la Ciudad Bandera de Colombia.Esos años irrepetibles, que me dieron la oportunidad de trabajar por Cali en la Educación Cívica de Gremios, me regalaron también la amistad incondicional de Jorge Herrera. Conocí, no solamente al visionario, al empresario, al líder, sino al ser humano que albergaba un corazón grande, generoso, con una alegría de vivir contagiosa, y un sentido del humor infinito. Incluso, en momentos álgidos siempre una frase divertida le restaba trascendencia negativa a lo más trascendente. Jamás se dejó deslumbrar por los éxitos empresariales, ni se acobardó ante ninguna dificultad. En su léxico no existió jamás la palabra fracaso o derrota. Los dolores del alma lo marcaron con hierro ardiente, la muerte temprana de Daphne, una mujer fina y linda por dentro y por fuera, y la muerte súbita de su hijo Jorge... Dolores que dejaron heridas incurables, pero que jamás lo doblegaron. María Gloria Bueno amorosamente lo acompañó en su segunda etapa vital.Me duele cuando pienso que el homenaje que le iban a ofrecer el año pasado se canceló a última hora. Me duele ver tantas esquelas de duelo en los periódicos, cuando ya no las puede leer. Hubiera sido más importante poderle regalar el abrazo cálido cuando todavía nos lo podía retornar. Por mi parte, siempre tendré en mi recuerdo esa sonrisa, ese comentario agudo, a veces ácido, pero siempre inteligente, esa amistad incondicional. Me hará falta verlo en su barrera del tendido 7 en la feria taurina de este año, con sus amigotes del alma: Eduardo Fernández de Soto, Édgar Cobo, Mario Paz y Mario Posada.Escuchar sus opiniones, y reírme con sus apuntes. Yo, desde abajo en el palco y ellos, picantes y con duende, comentando faenas, haciéndole quites a los lidiadores que no saben cómo hacerle quites al toro, en fin, llenando de pimienta y salero las tardes de sol.Jorge amigo. Nos vas a hacer mucha falta. Y aunque personalmente no te viera a menudo, cada encuentro era una reafirmaron de tu amistad. Ahora, sólo puedo decirte, como le escribió García Lorca a Ignacio Sánchez Mejías: “Descansa, Jorge, reposa... También se muere el mar...”.

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