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El Titanic

Que sigan sonando incansables violines, que la orquesta llene de armonías ese...

27 de mayo de 2014 Por: Aura Lucía Mera

Que sigan sonando incansables violines, que la orquesta llene de armonías ese comedor donde damas engalanadas con joyas y hombres enfundados en sus fracs degustan el caviar y el champán. ¡Ellos siguen brindando por la vida por el lujo, por esos placeres que se pueden dar! Viajar en la inauguración del invencible trasatlántico. Los compases del vals menguan ciertos estremecimientos de la nave inmortal pero al compás de los acordes no se siente el impacto del iceberg.Así estamos, con la diferencia que no es el Titanic sino un país que se viene desangrando hace más de medio siglo. Las olas son rojas, cubren ríos y se meten al mar, pero son sangre de pobres, de seres anónimos cuando estaban vivos y ahora NN en fosas perdidas, o calcinados en ladrilleras, o desmembrados flotando a la deriva de un caño o en bajamar.Sin embargo, millones siguen bailando porque jamás han visto esa sangre derramada. Sus pies solo han pisado losas de mármol o maderas finas. Se enteran que “en algún lugar que ni figura en el mapa han cometido una masacre”, desde sus televisores de plasma gigantes. Sus cuentas corrientes crecen a ritmo impensable, las arcas de sus bancos se siguen llenando. Sus latifundios se inundan de especies foráneas, sus desplazamientos son a lugares exóticos, sus atuendos podrían alimentar una familia varios meses, pero esas familias no existen, jamás han sido presentadas y es mala educación hablar con extraños.Escuchan que hay “diálogos” con unos terroristas salvajes que durante algún tiempo les impidieron ir a sus fincas a montar sus caballos. Que puede cesar el río rojo. Que existe la posibilidad de que se encuentren frente a frente. Un sentimiento de terror invade los salones. El tema favorito ya no es el último viaje ni el nuevo modelo de cartera, ni las perlas traídas de Oriente. Ahora las voces se alzan y se entrecruzan los adjetivos por encima de las copas de vino y la cubiertería de plata.Algunas vestiduras se rasgan. Expresiones de pánico dañan el bótox recientemente implantado. Se le pide al mesero que pase el pousse caffe en el salón y la conversación sigue derroteros de guerra. “A los facinerosos no se les puede perdonar”. “Esos asesinos merecen la muerte”. “Con seguridad no podremos volver a la finca”. “La única solución es matarlos a todos hasta que no quede ni uno”. “Nos van a convertir en una Cuba, nos van a expropiar; yo me voy a vivir a París”.Jamás por sus mentes se les ha pasado que tienen responsabilidad, y grande, de que existan estos ‘asesinos’. De que al comienzo de todo hace más de medio siglo fueron campesinos e intelectuales que se unieron para luchar por unas condiciones de vida más equitativas, mejores salarios, más justicia y educación. Y que los motivaba nada menos que Populorum Progressium, encíclica de Juan XXIII.Prefieren el regreso del paramilitarismo y la caverna. Así se aseguran de que nada tienen que perder. Que sigan sonando los violines. El iceberg apenas es un remezón que agita el vals...P.D. Esta noche a las siete se rinde un merecido homenaje a Alberto Hadad, el secretario de Tránsito que logró ponerle freno al caos vial. Despertar una conciencia ciudadana de respeto al peatón. Obedecer las leyes de la movilidad. Frenar la corrupción y obligar a pagar las multas. Un hombre que no se amedrentó ante amenazas, anónimos ni posibles carcelazos. Hombres como Alberto nos honran como caleños. Gracias de nuevo. ¡Buen viento y buena mar!

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