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Desde Calima

La realidad de este país que vive los momentos más aciagos de su historia, que perdió la brújula y no sabe encontrarla, que quiere seguir matándose sin saber por qué y para que.

8 de marzo de 2021 Por: Aura Lucía Mera

Silencio y quietud. Un recodo del lago visto desde la terraza forma un apéndice de aguas tranquilas. Algunas motos acuáticas dejan estelas.
Tres lanchas pequeñas jalan esquiadores novatos que caen y vuelven a intentar salir a flote una y otra vez. No se mueve una hoja. Imagino que los veleros estarán estancados. No los alcanzo a ver.

Es la primera vez que estoy en este costado de la represa. Un paisaje diferente. Me deslumbran las flores amarillas, las veraneras salvajes de un rojo lujurioso, palmeras y jades que se descuelgan, pinos altivos.
Como si toda la belleza de la naturaleza se hubiera dado cita en este rincón.

El cielo se encapota y se despeja, y el espejo en que se refleja cambia de gris a dorado alternativamente. Silencio. Paz.

No quiero hablar, ni leer, sólo contemplar. Sentir el tiempo detenerse. Imaginar que no existe nada más.

Ser parte del agua, ser la tierra roja, ser la palma y enredarme desordenada y desafiante como la veranera.

Cae la noche. Nada se mueve y salvo por los reflectores, el agua quieta y oscura parece una piedra que lanza haces de luz.

Silencio. Miro el cielo y solo una estrella se asoma. El aire húmedo limpia el alma, la silencia. La protege y la aleja del caos de la vergüenza, de la sangre y la violencia.

Quisiera que estos momentos fueran eternos y jamás regresar a la realidad. La realidad de este país que vive los momentos más aciagos de su historia, que perdió la brújula y no sabe encontrarla, que quiere seguir matándose sin saber por qué y para que.

Releo uno de los últimos poemas de Ana Mercedes Vivas titulado ‘Las mujeres de la guerra’. Hoy no quiero hablar. Le cedo la palabra.

- “Vienen de los llantos y el dolor, de los muertos no encontrados, de todo lo perdido.

- “Traen el corazón hecho jirones pero cosen sus historias, entre lágrima y risas nuevas, como si fueran camisas para estreno, los domingos.

- “Les pedimos que nos cuenten, que nos digan cómo se amasa el pan de los perdones, cómo hierve el cocido de las preguntas sin respuesta.

- “Son Ellas las mujeres de la guerra, de nuestra guerra. Están aquí y allá, y a veces no las vemos.

- “No queremos escuchar el palpitar de su corazón frente al horror. O entender cuándo sus pieles de cristal se rompieron para siempre.

“-Dejando todo sueño en el olvido, arrancando de raíz toda esperanza.

- “Cuando nadie caminaría con tanto dolor a cuestas, Ellas corren.
Cuando todos bajamos la cabeza Ellas alzan su voz para decir !Anda!”.

Este poema tremendo lo dedica Ana Mercedes “A las madres de La Candelaria y a las Mujeres del Costurero de La Memoria en Colombia”.
Se celebra el ‘Día de la Mujer’. Creo que en este país no hay mucho que celebrar, entre todos los feminicidios, agresiones verbales o sicológicas, violaciones. Pero a estas ‘Mujeres de la guerra’, sobrevivientes del dolor, toda nuestra admiración.

¡Gracias Ana Mercedes por escuchar esas voces y darles voz con tus palabras!

Regreso a la terraza, ya entrada la noche, me dejo llevar por el sonido del silencio, un anturio voluptuoso me da las buenas noches. En este instante soy feliz.

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