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De todo un poco

Tantos temas y tan disímiles. Vamos a ver cuáles caben en esta columna variopinta.

7 de septiembre de 2020 Por: Aura Lucía Mera

Tantos temas y tan disímiles. Vamos a ver cuáles caben en esta columna variopinta.

Uno: más de cuarenta mil personas entraron al festival de literatura Oiga, Mire, Lea. Un éxito que superó todas las expectativas. Jon Lee Anderson periodista fuera de serie, por ejemplo, pudo llegar a Cali desde Kenia en forma virtual. En años anteriores sus múltiples compromisos le habían impedido aceptar la invitación. Lo mismo Javier Cercas desde Madrid. Este Festival pudo entrar a todas las regiones de Colombia, desde el Chocó al Meta, y a países europeos y latinoamericanos. La pandemia fue la gran propulsora de las letras. Y aquellos que no pudieron entrar, tienen la oportunidad de hacerlo a través de la Biblioteca Departamental que grabó todos los conversatorios.

Quedé arrebatada con Arriaga, Cercas, Gioconda Belli, Gustavo Álvarez, Sara Jaramillo y por supuesto Jon Lee Anderson, gurú del periodismo mundial. Sus intervenciones estuvieron salpicadas de agilidad, fuerza y espontaneidad. Los entrevistadores juegan un papel crucial en estos eventos y si se quedan sentados en la palabra o sus egos se disparan, le quitan minutos preciosos desgraciadamente al escritor invitado.

Dos: los caleños se enloquecieron. Cinco largos meses de confinamiento y restricciones no sirvieron de nada. Desde el 1 de septiembre pareciera que por decreto hubieran avisado que la pandemia se acabó. Que el Covid-19 se evaporó como el agua cuando alcanza su punto de ebullición. Basta ver las imágenes del despelote de motociclistas y automóviles en el kilómetro 18 de la carretera al mar, o las fotos de los agüelulos y las aglomeraciones en la galería Alameda. O asomarse a los parqueaderos de los centros comerciales donde no cabe ni un carro más, como si estuviéramos en feria.

Los caleños no han entendido que la pandemia sigue. No han entendido que no hay vacuna. No han entendido que el permiso para salir no obliga a salir a nadie. No está obligado a coger un avión. No está obligado a salir de paseo. No está obligado a salir de discotecas. Estamos ad portas de un contagio masivo, por irresponsables, por frívolos, por brutos. No valdrá de nada llorar sobre leche derramada, que ojalá fuera leche y no este virus mortal que destruye los pulmones y se contagia indiscriminadamente.

Tres: esas palabras de Don Quijote, interpretadas por Peter O’Toole en teatro, así al desgaire, como quien no quiere la cosa. A ver si aprendemos a mirar un poco hacia adentro. “A nada llames tuyo excepto tu alma”. No solo ames lo que eres sino lo que puedes ser. “Siempre mira hacia adelante”. “En el nido del año pasado no quedan pájaros este año”. Y esas palabras invitando a soñar “en un sueño imposible, en pelear esa la lucha invencible, en soportar esa pena insoportable, y en intentar cuando los brazos están ya cansados llegar y abarcar esas estrellas inalcanzables”.

Cuatro: recordar las palabras de William Ospina: “En Colombia, la más vieja costumbre de los políticos: no hablar de otra cosa que de cuan malos son los otros, y desde hace tiempo trabajan sin descanso por lograr que medio país odie al otro medio y vea en él al demonio. La estrategia es burda y dañina pero les ha dado resultado, engendró la violencia de los años 50, dividió al país en buenos y malos, y ha sido capaz incluso de convertir la paz en una bandera que enfrenta los unos a los otros”.

Cinco: el oso mayor, la carta del exrejoneador Luigi Echeverri ahora convertido en el timonel de Colombia. Esa carta dirigida a El País de Madrid, lo único que provoca es querer cambiar de nacionalidad. Qué vergüenza.

***

PD.
Se le adjudica al expresidente Santos esta frase inmortal: “Si me he sentado con Uribe y con Duque, por qué no me voy a sentar con Cepeda y ‘Timochenko’”. Bien por Santos, mientras unos siguen pensando en la sangre usted sigue luchando por la Paz.

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