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Beatriz, amiga

Seguiste en tu carrera ascendente. Jefe de Redacción, siempre incorruptible, tajante y objetiva. Una pluma clara y contundente.

3 de mayo de 2021 Por: Aura Lucía Mera

Sentí como una estocada en el alma. Leo en tu columna del viernes que te despides de este diario que te vio nacer como periodista, al cual le dedicaste toda una vida. Sé que seguirás escribiendo, porque lo llevas en la sangre y esa pasión jamás muere. Pero también siento que al periódico le faltará algo, quedará incompleto, como si a un piano le arrancan una tecla o a la guitarra le rompen una cuerda.

Además de la amistad que hemos forjado, nos ha unido ese universo intangible del periodismo. Cuando inicié mis pininos como ‘Martina’, tú ya eras una periodista total.

Recuerdo cuando inventamos la Página Femenina, la primera en Colombia, donde solo escribíamos mujeres, con seudónimo para mantener el suspenso. Tú nos dirigías y dabas la pauta. Así fuimos conformando ese ‘matriarcali’, tecla a tecla, palabra a palabra, idea a idea. Mujeres con voz propia expresándonos libremente, tecleando semanalmente bajo tu batuta y la resignación santa de Jorge Arturo Sanclemente, a veces en aprietos para no ‘colgar’ a ninguna y torear terrenos peligrosos.

Seguiste en tu carrera ascendente. Jefe de Redacción, siempre incorruptible, tajante y objetiva. Una pluma clara y contundente. Luego en El Tiempo, Directora de Carrusel, el mejor magazine. Subdirectora editorial. Los Santos, entonces tus jefes, te respetaban, pedían tu opinión. También las páginas de Cromos brillaron con tus reportajes.

Nunca cediste en criterio ni te dejaste manipular. Vertical, honesta. Confirmabas fuentes, investigabas. Jamás la frivolidad salpicó tu pensamiento.

Cuando regresé después de muchos años a escribir, me di cuenta que tus columnas se habían convertido en quincenales. Nunca entendí por qué.
Pero iniciamos nuestra serie de reportajes y entrevistas ‘al alimón”. Tú responsable de la profundidad y las preguntas claves y yo poniendo un intangible toque. Cómo nos compenetramos. Recuerdo en la cárcel de Jamundí, mientras hablabas con la directora, me metí por los patios y las celdas a charlar con las mujeres y a repartirles cigarrillos, casi me matas, estaba prohibido.

También cuando asaltamos a monseñor Darío Monsalve, y mientras yo blasfemaba contra la iglesia tú descubrías ese ser humano maravilloso. Y la sala de cirugía del Batallón, tú verde y a punta de desmayarte mientras yo miraba fascinada los cortes de bisturí.

Tantas cosas compartidas. Tantas carcajadas y tantas confidencias, ilusiones y rabias. Unida por la hermandad de toda una vida y la pasión de contar historias. Podría seguir indefinidamente. Dejas la columna para dedicarte a escribir tus memorias periodísticas y desembuchar lo que está escondido en tu alma. Pero me vas a hacer falta. Y esos viernes tuyos serán irreemplazables.

El País dice adiós a una de sus mejores periodistas, la que lleva toda la historia de este diario en su memoria, su corazón.

Espero seguir ‘reporteando’ contigo, me lo prometes, que todavía tenemos que hablar de muchas cosas “compañera del alma, compañera”.
Estoy segura que hasta que nos vayamos a otras dimensiones estaremos unidas ante un papel en blanco, maquinando alguna idea y con un lápiz en la mano.

Beatriz. Amiga. Buen viento y buena mar, y gracias por todo lo que me has enseñado. Escribe, escribe, escribe. Tus memorias pasaran a la historia del periodismo nacional.

***

PD. Sentí otra puñalada cuando vi en video a un grupo de vándalos borrachos y descontrolados tratando de asaltar mi casa paterna, mi casa de infancia, mi sagrario de recuerdos, amores y nostalgias. Por robarse un cajero automático. Me acaban de violar el alma. Cali perdió su norte y el vandalismo triunfó. Siento vergüenza de ver cómo todo se salió de madre y la impunidad y el populismo barato y bastardo se apoderaron sin control.

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