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¡Autogol!

A título personal y sin ánimo de entrar en polémica alguna, creo que el gran perdedor de estas elecciones fue Colombia.

28 de mayo de 2018 Por: Aura Lucía Mera

A título personal y sin ánimo de entrar en polémica alguna, creo que el gran perdedor de estas elecciones fue Colombia. Dejó escapar de las manos la posibilidad por los próximos cuatro años de tener una nueva oportunidad sobre la tierra.

Ganó la polarización aupada por todos los medios de comunicación que se dedicaron durante meses de publicar, hablar, comentar y difundir a diestra y siniestra, como si fuera la única opción, el enfrentamiento político entre Duque y Petro, azuzando el miedo, vendiendo miedo y dejando atrás los análisis, propuestas y programas de los demás candidatos de centro.

Un autogol que, como la crónica de una muerte anunciada, exaltó las emociones y olvidó la profundidad de lo que estaba en juego: nada más ni nada menos que una opción diferente para este país que apenas sale de cuidados intensivos y todavía tiene las heridas abiertas de una guerra inclemente y fratricida de más de medio siglo, donde los muertos jamás tuvieron nombre ni dolientes, porque siempre fueron seres anónimos jóvenes soldados, campesinos masacrados entre dos fuegos, civiles víctimas de falsos positivos; cuántos desaparecidos, cuántos arrastrados por las aguas de los ríos, cuántos que jamás tendrán una lápida con su nombre.

Pasaron a segunda vuelta los dos extremos. Se temen y se rechazan. Pero tienen muchísimos denominadores que los unen, porque a su manera son espejos de sí mismos.

Perdimos la oportunidad, repito, de un gobierno de centro. Perdimos la oportunidad de hacer un alto en el camino para podernos mirar cara a cara y reconocernos en el ‘otro’. Perdimos la oportunidad que tanto necesitábamos de construir paso a paso un nuevo amanecer y un horizonte claro.

No creo en las coaliciones. No creo en alianzas postmorten. En mi caso personal votaré en blanco o no iré a las urnas, como lo afirmé en mi columna de El Espectador. Seguiré en solitario, fiel a mí misma que es el único patrimonio que tengo. No me sumaré a ninguno de los abismos. No me considero capaz. Ni Duque ni Petro. Punto.

Recuerdo la parábola de Esaú que vendió su primogenitura por un plato de lentejas. Tampoco juzgaré a los que lo hagan, porque el nombre del juego se llama “apoyar a Duque que es menos peligroso que Petro”. Volverán las manipulaciones y volverán los ataques de pánico. La ultraderecha arreciará sus ataques y el populismo no se quedará atrás. Ambos extremos se desbocarán por quedarse con el poder y ejercerán toda suerte de presiones para triunfar.

No creo, o eso espero, que ni Fajardo, ni De la Calle, ni Vargas Lleras se unirán a algún extremo de la pita. Si son coherentes con sus campañas y propuestas el voto en blanco será la única forma de manifestar su rechazo a este autogol. No se puede pactar con lo que se ha combatido.
Son sus representantes en el Congreso, los que tienen la obligación de supervisar, corregir y controlar todos los desmanes que amenazan al país en este cuatrienio que se avecina. El único que creo que se arrimará como perro faldero a la ultraderecha será César Gaviria para asegurarle alguna chanfaina a su hijito y producto Simón.

Me siento en paz conmigo misma. Voté a conciencia. Creí hasta el final que Colombia escogería una opción diferente. No fuimos capaces.

En junio sabremos si tendremos a Uribe-Ordóñez-Vivianne-Popeye-José Obdulio respirándole en la nuca a Iván Duque. O a Gustavo Petro el mesías de izquierda que fabula y promete castillos en el aire y paraísos de aguacate.

Yo escojo no escoger a ninguno de los dos. Siento tristeza de patria. Pero como muchos, prefiero no votar o votar en blanco para no traicionar mi forma de sentir ni de pensar.

PD. Gracias profesor Fajardo. Gracias Humberto de La Calle. Gracias Germán Vargas Lleras. Colombia prefirió el autogol. ¡Talvez en cuatro años, si el daño no es irreparable, volveremos a vislumbrar un nuevo sol!

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